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Actualizado: 2 de junio de 2025
Como el Marqués no le había invitado a hacer el viaje en su coche, lo cual tal vez indicaba cierta frialdad premeditada, que De Pas fingía no sentir, tuvo el señor canónigo que ir en persona a alquilar una berlina. Mandó que le esperase fuera del Espolón a las diez en punto.
Apoderarse del silencio ajeno es como quitarle a uno una moneda del bolsillo. Estas cosas hacían gracia, y aquella noche las rieron más, para animarle. Invitado por Juan a ir al Teatro Real, lo rehusó.
Quince días llevaba de existencia, sin desacuerdos ni obstáculos, aquella asociación que Atilio había titulado de «los enemigos de la mujer». ¡Libertad completa! Villa-Sirena era de todos, y su dueño parecía un invitado más. Al levantarse Castro, bien entrada la mañana, veía en un rincón del jardín al príncipe, despechugado y con los brazos desnudos, manejando una azada.
Su Excelencia el conde Meinbourg, Mayor General, al enterarse de que era pariente de los Hartrott, le dispensaba el honor de convidarle á su mesa. Invitado en su propia vivienda, entró en el comedor, donde estaban muchos hombres vestidos de color mostaza y con botas altas. Instintivamente apreció con rápida ojeada el estado de la habitación.
Sus visitas terminaban en la cocina, invitado por el tío Caragòl, que le trataba con una familiaridad paternal. El joven remero estaba sudando. «¿Un refresquet?...» Y preparaba su dulce mixtura, que hacía caer á los hombres de un solo salto en las nebulosidades de la embriaguez. Esteban tenía en mucho los «refrescos» del cocinero.
Además allá comían a la francesa, aunque doña Rufina solía cambiar las horas y comer a la que se le antojaba. De todas suertes, los días de Paquito Vegallana no solían celebrarlos con gaudeamus, ni él estaba invitado ni... con todo... dejó aquella visita para última hora. Y ¿por qué había de preferir la mesa de los marqueses a la de Páez, no menos espléndida?
De cualquier modo, desde aquel incidente, que hubiese o no recibido la famosa cachetada, el señor Hermany había sido invitado a considerarse como viudo. No lo sintió mucho, porque su mujer, en quien no podía desconocer la más humillante superioridad, le inspiraba tanto temor, que muchas veces se embriagaba para darse valor al presentarse delante de ella.
Mi mujer nos aguarda para almorzar... ¡Oh!... Un almuerzo sencillo, después del cual podrás irte a descansar... Te advierto, querido, que esta tarde te será preciso sufrir una pequeña molestia... En honor tuyo, hemos invitado a algunas personas a comer. ¡Diablo! murmura Delaberge visiblemente contrariado. No esperaba eso...
El señor de Candore había invitado colectivamente a todos los cazadores presentes en Argicourt a una gran batida en sus bosques en la semana siguiente. Y el joven oficial no esperaba más que la invitación particular fijando el día definitivo, cuando la tía Liette le dijo después de una ligera vacilación: ¿Deseas mucho ir a esa cacería? ¿Si lo deseaba? ¡Oh! sí... Carlos la miró muy sorprendido.
No muchos días después de haber llegado a Madrid con el fin de seguir la carrera de leyes, fui invitado por uno de mis condiscípulos para entrar en cierta Academia o Ateneo escolar, donde algunos jóvenes estudiosos se adiestraban en el arte de la elocuencia.
Palabra del Dia
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