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Actualizado: 8 de noviembre de 2025
Doña Mónica, sorprendida y confusa, no supo qué responder. Vamos, decídase usted, señora. ¡O uno u otro! La patrona vaciló unos instantes, dirigió una mirada compasiva a Barragán que inmóvil, con el tenedor suspendido sobre el plato miraba estupefacto al empleado, y profirió con trabajo: Pues bien, señor de Freire, si he de decirle la verdad... prefiero que se quede el señor de Barragán.
No habia mas que un pequeño círculo, y al clavarse en él la mágica mirada, el círculo se agita, se dilata, va extendiéndose como la aurora al levantarse el sol. Ved, no habia mas que una débil ráfaga luminosa, pocos instantes despues brilla el firmamento con inmensas madejas de plata y de oro, torrentes de fuego inundan la bóveda celeste, del oriente al ocaso, del aquilon al sud.
El rostro de la muchacha fue delator del libro: Pepe entró y, quitándoselo de las manos, lo hojeó unos instantes mientras ella huía avergonzada, sintiendo por primera vez en su vida una llamarada de vergüenza que la abrasó la cara.
Gallardo, que adivinó en su fuga la súbita inmovilidad del toro, no saltó la barrera: se sentó en el estribo y así permaneció algunos instantes, contemplando a su enemigo a pocos pasos. La derrota acabó en aplausos por este alarde de serenidad.
Lo mismo éste que doña Mónica esperaban una terrible explosión de cólera. Nada de eso acaeció. Freire, con la mayor alegría pintada en el rostro, miró unos instantes al indiano en silencio y luego echándose hacia atrás en la silla exclamó: ¿Qué le ha hecho usted, amigo Barragán, qué le ha hecho usted a doña Mónica para que así le quiera?
Bartolo quedó unos instantes sin saber si estaba en este mundo ó en el otro, pero volviendo en su acuerdo supo con admirable serenidad mantener su dignidad y el prestigio de su glorioso nombre. ¡Anda, cochino! exclamó apresurándose á cerrar la puerta. ¡Corre, corre, que ya llevas bastante por hoy!
El buen indio lo oyó con gusto, y con lágrimas de tierno afecto, los perdonó y ofreció á Dios su vida por la salvación de aquéllos que le habían tan gravemente ofendido, y así le administró los Sacramentos y esperaba por instantes su feliz tránsito á mejor vida.
Sí, ese día, todo la irritaba en él: su levita impecable, sus cabellos admirablemente brillantes, su cara de placidez, reflejando la íntima satisfacción de sí mismo. Pero, después de dar libre curso, durante algunos instantes a su irritación, concluyó por pensar que quizá no era razonable de su parte ensañarse así con su novio.
Era un verdadero enjambre espantado, indeciso, de maripositas grises, hechas como de tierra, que desprendían una arena finísima al volar y resplandecían por instantes, a modo de luciérnagas, en el rayo de sol. Muchos de aquellos insectos fueron a posarse sobre los vestidos de Beatriz, adhiriéndose al jubón y a la saya y cubriendo su manto.
Clara le miró con asombro unos instantes y luego se encogió de hombros. El marquesito vino gozoso a traerle una linda flor de un azul muy vivo. ¡Esta sí que es hermosa! Hasta ahora no he hallado otra mejor. Clara tomó la flor, pero en cuanto el marquesito volvió la espalda para ir en busca de otras, Tristán se apoderó de ella y la dejó caer al suelo.
Palabra del Dia
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