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Por la noche, al reunirse en el comedor, doña Cristina miró á su hija con insistencia, pero sus palabras fueron breves. Que sea la última vez dijo que recibas visitas, ni dentro de casa... ni en el jardín. También es casualidad, venir ese... individuo, la misma tarde en que te quedas sola, diciendo que estás enferma.

Preguntaba por su hija con insistencia. Esta se levantó del lecho apresuradamente, y a todo el escape de sus caballos voló al palacio de Requena. Osorio la acompañaba. Al entrar en la habitación de la enferma tropezaron con el duque, que les miró con semblante hosco. ¡Llegáis a tiempo! ¡llegáis a tiempo! gruñó sordamente. Y se alejó sin decir más.

Se quiere prescindir de la reflexion, pero se reflexiona sobre el esfuerzo mismo que se hace para prescindir de ella: nuestro entendimiento es una luz que se enciende por una parte cuando se la apaga en otra; la insistencia misma en apagarla suele hacerla mas viva y centelleante.

Ahora debe usted salir, para que le vea la multitud dijo Flimnap . Es necesario; lo exigen así los representantes del gobierno. No dijo rotundamente Gillespie. Se convenció el profesor de que sería inútil su insistencia.

El visitante, que no por tener curiosidad dejaba de tener necesidades, sintió la de comer á las pocas horas de llegar á Talisay; le formuló su deseo á la bella capitana, no dice la crónica si en pocas palabras, aunque asegura que la vergonzosa mirada de ella fué sostenida con larga insistencia y picaresca intención.

Y repitió con insistencia lo de «¡músico!», como si fuese la concreción de todos sus desprecios. Desnoyers, firme y sobrio en palabras, dió un desenlace al conflicto. «La romántica», abrazada á su madre, se refugió en los altos de la casa.

El día empezaba á declinar. Su mirada vagó algún tiempo por los contornos de la casa; por el jardín, cuyos árboles se iban tornando amarillos; por los prados, que como un cinturón de esmeraldas lo circundaban; por las tierras dilatadas de maíz que ostentaban ya con orgullo sus mazorcas rebujadas. Al cabo se detuvo con insistencia en un grupo de casas que apenas se distinguía en el fondo del valle.

Acababan las cuadrillas de salir al redondel, cuando sonaron fuertes golpes en la puerta de Caballerizas. Un empleado de la plaza se acercó a ella gritando con mal humor. No se entraba por allí; debían buscar otra puerta. Pero una voz le contestó desde fuera con insistencia, y abrió. Entraron un hombre y una mujer: él con sombrero blanco cordobés; ella vestida de negro y con mantilla.

Le quedan dos o tres molestias pasajeras de las que espera librarse muy pronto. Sírvase usted expresarle dijo Flavia, mi vivo deseo de que esas molestias desaparezcan en breve. El deseo de Vuestra Alteza es también el muy humilde mío replicó Roberto Henzar, mirándola con insistencia y expresión tales, que el rubor coloreó el rostro de la joven.

No respondí con voz un poco vacilante. Máximo me miró fijamente como reflexionando. Después dijo de pronto: ¿Son cartas de usted que se le devuelven? Esta vez respondí con resolución: Menos todavía. Máximo me cortaba el paso con insistencia y yo temía que, a fuerza de preguntas, me hiciese hablar más de lo que debía. No me pregunte usted, porque no sabrá nada.