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Más de una noche, el pobre conquistador, al volver a su tugurio, hubo de tirar de espada contra gentes que le esperaban para matarlo. Así acabó, obscuramente dijo Ojeda , el primero y más infortunado de los héroes de la conquista. Su muerte quedó en el misterio.

Llegó al fin la ruina, y tras la ruina vino luego el abandono, los largos días solitarios, esperando en vano una carta mil veces contestada antes de ser escrita, aguardando siempre la demanda de un perdón ya de antemano concedido, acostándose con la agonía de despertar... de despertar al día siguiente para hallarse de nuevo sola, ¡sola!, en la arena del combate y del dolor, preguntándose a misma como el infortunado Delfín de Francia a su madre María Antonieta: ¿Hoy es todavía ayer?... ¡Y el ayer era siempre hoy, el ídolo era ídolo siempre!...

Si oís la explicacion en que él señala las causas, estas no son otras que la injusticia de los hombres, la envidia que no puede sufrir el resplandor del mérito ajeno, el egoismo universal que no consiente el menor sacrificio ni aun á los que mas obligacion tenian de hacerle, por parentesco, por amistad, por gratitud: en una palabra, el infeliz es una víctima contra quien se ha conjurado el humano linaje, obstinado en no reconocer el alto mérito, las virtudes, la bella índole del infortunado. ¿Qué habrá de verdad en la relacion?

Las once habían dado ya en el reloj del Grand Hôtel, y Kate, la doncella inglesa, prendía con dos largas agujas de oro en la cabeza de Currita la riquísima mantilla española de encajes con que se proponía la dama quitar la devoción a los pocos que la tuviesen, en las honras fúnebres del infortunado Luis XVI.

Tu infortunado rey vivia en una eterna infancia ageno de los negocios del gobierno: no ejercia su imperio sino sobre las flores de su jardin, sobre el corazon de sus esclavas. Muerto Almanzor, tuvo que entregarse en brazos de otro hadjib; murió este segundo hadjib, y tuvo que entregarse en brazos de un tercero. Pertenecieron los tres á una familia; pero no todos le fueron igualmente fieles.

Por toda respuesta, la Pitusa mandó a Benina que la siguiera, y ambas, agachándose, se escurrieron por el agujero que hacía las veces de puerta entre los estantillos del mostrador. De la otra parte arrancaba una escalera estrechísima, por la cual subieron una tras otra. «Es una persona decente, como quien dice, personaje añadía Benina, segura ya de encontrar allí al infortunado caballero.

Talas razas han desaparecido, dícese, del mismo modo que vemos desaparecer al infortunado castor que si bien no puede hablar, llora. Hase dicho con harta ligereza que aquellas extrañas figuras no eran otra cosa que focas. Mas, ¿cabe engaño en ello? Todas las especies de focas que existen son conocidas desde mucho tiempo atrás.

Como ambos tenemos sospechas de que se ha cometido un acto infame, pienso que puedo mostrársela ahora mismo, sin aguardar el entierro de mi infortunado cliente, y la lectura formal de su testamento.

Dimmesdale, y comparándola con el vigor de las suyas, á pesar de la diferencia de edad, creían que les precedería en su viaje á la región celestial, y recomendaban á sus hijos que enterrasen sus viejos restos junto á la santa fosa del joven ministro. Y mientras tanto, cuando el infortunado Sr.

Aquí había otra ruina de que ella era en parte responsable. ¿Qué véis en mi rostro, que contempláis con tal gravedad de expresión? preguntó el médico. Algo que me haría llorar, si para ello hubiese en lágrimas bastante acerbas, respondió Ester; pero no hablemos de eso. De aquel infortunado hombre es de quien quisiera hablar.