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Actualizado: 17 de junio de 2025
En aquellas complejas naturalezas de esclavos, impetuosos y fríos al mismo tiempo, ya violentamente arrastrados por el ciego instinto, ya rígidamente subordinados a la razón más férrea, los unos y los otros hallaban la capacidad y la incapacidad del delito.
Además, ni la madre ni la hija pueden, por su condición de sirvientes, imponerse a los caprichos impetuosos de su amo, que, por otra parte, se las sabe ya de memoria, lo mismo que a usted. Más que con caldos y con drogas, hay que atender a este enfermo con entretenimientos que le distraigan y alegren y le obliguen a ser dócil, hasta por la cortesía. En fin, que he pensado en Mari Pepa.
A veces la lluvia, la tempestad, una nube que nos intercepta el sol, nos produce un malestar cuya causa no sabemos explicarnos y que determina nuestras alternativas de temperatura moral, si así puede llamarse el fenómeno... Venga usted, querido tutor añadió volviéndose hacia el señor de Avrigny, venga usted a decirle que todos conocemos la bondad de su alma y que ni nos ofende un antojo suyo ni nos alarma uno de sus arranques impetuosos.
Esto no será una serie no interrumpida de ideas y de acciones vehementes, una manera continuamente violenta de ser y de sentir; serán movimientos raros, pero impetuosos y terribles, que, no obstante, no producirán nunca el mal absoluto, excepción distintiva y cierta en favor de las pasiones que tienen su fuente en una organización elevada.
Hay en mi alma, que no está aún sazonada para los austeros goces del sacrificio, arranques impetuosos de juventud y desesperación. Mi vida consagrada y sacrificada sin reserva á otra vida más débil y querida, no me pertenece: no tiene porvenir, está en un claustro, encerrada para siempre. Mi corazón no debe latir, mi cabeza no debe pensar sino por cuenta ajena. En fin, que Elena sea dichosa.
Escucháronse á la vez gritos de triunfo y lamentos, imprecaciones y vivas. Como dos ríos impetuosos que caen de la montaña y sus aguas se tropiezan en el valle con fragoroso estruendo que se oye á lo lejos, así los dos ejércitos rivales cayeron el uno sobre el otro. Igual furor los anima: el mismo deseo de gloria agita sus corazones.
Probablemente estarian desiertos y abandonados aquellos hermosos palacios, y sus antes deliciosos jardines yermos y convertidos en madriguera de alimañas. ¡Los bereberes habrian despojado sus lujosos pabellones, robado todas sus riquezas, destrozado aquel artificioso estanque de líquido mineral, aquellos tronos de oro y pedrería, aquellas fuentes de bronces y mármoles, aquellos baños voluptuosos, aquellos artesonados de oro, mármoles trasparentes y maderas incorruptibles, aquellas arcadas de ébano y marfil, aquellas costosas alfombras, aquellos doseles de brocado!... Muchos cercos sufrió la antigua sede del Califado andaluz desde D. Alfonso VI hasta S. Fernando en poco mas de cien años, y en este tiempo no hallamos que hicieran aprecio alguno de la desolada y desierta Medina-Azzahra ni los almoravides, ni los almohades sus impetuosos sucesores.
El rio Iténes, que, como ya se dijo, recibe todas las aguas de la provincia de Mato Groso y del norte y norueste de Chiquitos, y cuyos tributarios, bajando de colinas poco elevadas, corren mansamente por una superficie inmensa de llanuras, donde tienen sólidos ribazos, conserva sus ondas casi siempre puras y jamas acarrea despojos vegetales; al paso que el Mamoré, no solamente se mantiene turbio y fangoso todo el año, sino que arrastra borbollando troncos, hojas, raices, y á veces árboles enteros; pues, á mas de tener sus fuentes sobre las altas cerranías de las provincias de Cochabamba, de Mizqué y de Valle Grande, ó sobre la vertiente norte de las últimas faldas de la cordillera, todos sus tributarios se forman de torrentes impetuosos y cruzan la llanura con tal rápidez que arrancan al pasar los ribazos de uno de sus bordes.
Palabra del Dia
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