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Actualizado: 5 de julio de 2025
Aunque tuvo deseos de salir para esparcir su mal humor y refrescar la cabeza, no lo hizo retenido por una vaga esperanza, que no tardó mucho en cuajarse. Á eso de las doce apareció un hombre en la puerta preguntando por él, con una carta en la mano. Por su semblante fruncido pasó una imperceptible ráfaga de satisfacción. ¡Al fin!
Pero si nos colocamos en otro punto de vista, y observamos la interminable sucesión de las cosas, entonces, la historia entera de la humanidad no es otra cosa, según la expresión de Heimholz, que una ola casi imperceptible en el mar sin límites del tiempo. #La inundación#
Se llama en seguida al rastreador, que ve el rastro y lo sigue sin mirar sino de tarde en tarde el suelo, como si sus ojos vieran de relieve esta pisada, que para otro es imperceptible.
Un leve ruido de ramas tronchadas, una ondulación casi imperceptible del matorral, le llenaron de salvaje alegría. Había alcanzado al enemigo indudablemente, y en su satisfacción, se llevó una mano a la cabeza para convencerse de que no estaba herido. Al pasarla después por su cara cayó de sus mejillas y sus cejas algo menudo y granujiento. No era sangre: era tierra, polvo de argamasa.
No se observaba en ella más que una gravedad y una disposición a menear la cabeza y a suspirar de un modo casi imperceptible, como una plañidera que no es parienta del difunto.
En particular pues, ninguna es necesaria á su perceptibilidad, pero disyuntivamente sí: una ú otra de estas calidades le es indispensable; si alguna de ellas no la acompaña, es enteramente imperceptible al sentido. De esto se infiere que la extension es una condicion necesaria á nuestras sensaciones; pero ella en sí misma, no es sentida.
Así como la gloria de la imperceptible Grecia sobrepuja en brillo á la de todos los imperios de Oriente, así el Olimpo, la más alta y bella de las montañas sagradas de los helenos, ha llegado á ser en la imaginación de los pueblos el monte por excelencia: ninguna cima, ni la del Meru, ni las del Elburs, el Ararat ó el Líbano, despierta en el espíritu humano tantos recuerdos de grandeza y de majestad.
Gerardo Lautrec tenía el honor de ser su vecino y yo estaba enfrente, sin perder ni un movimiento, ni una expresión, ni un matiz siquiera de sus fisonomías. Acaso me hubieran molestado las solicitudes de Gerardo si Luciana, con una seña y una imperceptible sonrisa, no me hubiera probado que estábamos secretamente unidos. La conversación versó al principio sobre la literatura y las novelas nuevas.
Apretaba la frente contra los pies del Redentor, respirando ansiosamente y con cierta opresión, y sentía latir en sus sienes la sangre con singular violencia, mientras el dorado y sutil vello de su nuca se levantaba de un modo imperceptible a impulso de la emoción que la embargaba. De vez en cuando sus labios, pálidos y trémulos, decían en voz baja: ¡Sigue, sigue!
»A todo esto, los días pasaban, la fiebre era imperceptible, y, sin embargo, la enferma, lejos de mejorar, se iba aniquilando poco a poco. El médico se impacientaba ya, porque no sabía a qué atenerse, y me miraba a mí y yo le miraba a él. Los dos teníamos las mismas dudas, ¡ay!, y los mismos temores. »La casa comenzaba a tomar ese aspecto fúnebre y sombrío de las grandes tristezas del hogar.
Palabra del Dia
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