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De regreso descansa un ratito, y a las escuelas, a enseñar a los muchachos, a dar lección de catecismo a las inditas. Y en la tarde: rosario, sermón. En Mayo... mes de María, y ¡qué altar! ¡qué flores! ¡Para flores... la Sierra! Ahora, si vieras ¡qué bueno y qué bondadoso es con todos!... Nunca se impacienta, nunca está malhumorado. Para una cosa si es terrible, para el arreglo de la casa.

Un puñado de arena que venía del parque les volvió al sentido de la realidad. Es mi padrino, que se impacienta ... Y tiene razón ... Vámonos. ¿Por dónde? Por la puerta. Pero, está cerrada por fuera.... ¿No es más que eso?

Y al volver a mirar el grupo de su mujer y la cómica, a las cuales se habían agregado ahora Mochi, Marta, Minghetti y Nepomuceno, sintió Reyes una especie de repugnancia; aquella paz moral que a ratos se apoderaba de su espíritu, y hasta pudiera decirse de sus entrañas, se le alarmó en el pecho, en la conciencia; le entró vivísimo deseo de apartar a su mujer de toda aquella gente; y sin poder dominarse, se acercó al grupo, y con gesto serio, que contrastaba con la alegría de todos, con el ambiente de vaga concupiscencia que envolvía al grupo, dijo Bonis con una energía en el acento que sorprendió a Emma, la única que se hizo cargo de ello por la novedad de la voz: Señores... y señoras... basta de charla; el público se impacienta, y lo mejor que pueden hacer estas damas y estos caballeros es comenzar la segunda parte del programa.... Vale más la música que toda esa algarabía....

En línea recta se extendía la pequeña pared del convento; y en su extremo una puertecilla estrecha, que servía de ingreso al claustro, estaba completamente obstruida por un regular gentío que hormigueaba allí en formas oscuras y movedizas, acompañadas de un rumor sordo o gruñido chillón, como de plebe menuda que se impacienta. Eran los pobres que esperaban la sopa boba.

Y si alguna vez te impacienta esta limitación, si una sombra de malestar se interpone entre vosotros, considera que es una pobre huérfana que ya no tiene a nadie más que a ti en el mundo: ten compasión de ella, generoso como un padre y Dios te lo pagará.

La tayabense á caballo, es sumamente locuaz y decidora, desconoce el peligro, se impacienta á menudo y pocas veces lleva al paso su cabalgadura. Aquellas dalagas supimos se dirigían á una de las vecinas sementeras á pasar un día de campo.

Así y todo, parece que algunas veces se impacienta... Es natural. La pobre se ve joven, hermosa y adulada por los hombres. El pensar que se encuentra amarrada a un tronco tan viejo y carcomido le hace padecer. La sencillez y franqueza del anciano me conmovieron. Desde entonces le tributé aún más respeto y consideración, y fuimos amigos.