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Actualizado: 16 de junio de 2025
Aquel día, el demonio lo hizo, estaba Juan mucho peor de su catarro. Era el enfermo más impertinente y dengoso que se pudiera imaginar. Pretendía que su mujer no se apartara de él, y notando en ella una tristeza que no le era habitual, decíale con enojo: «¿Pero qué tienes, qué te pasa, hija?
Y si tuviera veinte hijas, veinte veces se repetirían aquellas escenas conmovedoras; porque D.ª Carolina tenía un corazón muy grande y muy maternal. Cualquiera podría imaginar que Timoteo el violinista del Siglo, en vista del curso torcido de los sucesos, había desistido de su desgraciada pasión por la hija menor de los señores de Sánchez. ¡Ah!
La causa de esto parecía ser como una sed de su espíritu, que se fomentaba, sin aplacarse, de audaces previsiones de lo futuro, de un perpetuo imaginar hechos que pasarían, que tendrían que pasar, que no podían menos de tomar su puesto en las infalibles series de la realidad.
Cuando imagino la extension de una naranja, le imagino un límite, de este ó aquel color, de esta ó aquellas calidades: pues no cabe imaginar figura sin líneas que la terminen.
Es difícil imaginar nada más poético que la descripción del Príncipe, criado en la soledad, ignorante de su nacimiento, demostrando en la primera ocasión que se le presenta su ingénita y natural nobleza. ¡De qué belleza tan arrebatadora es la escena en que Focas encuentra á los dos jóvenes Heraclio y Leonido ante la cueva en que viven, en los montes, y les anuncia el primero que uno de ellos es de sangre real!
Tales relatos alucinaban el cerebro de aquellos hijos de Castilla, habituados a imaginar ante el más escueto horizonte todos los espejismos de la aventura.
Señora exclamó Isidora cayendo de rodillas a los pies de la aristócrata . La voz de la sangre me ha llamado hace tiempo; la voz de la sangre me pone ahora a los pies de la madre de mi madre». Le besó las manos con religioso respeto. Y el alma se le iba tras los besos, con la más santa y sincera afección que es dado imaginar.
Me tiene usted dadas muchas pruebas de generosidad y sólo puedo mostrarme digno de ellas resignándome. Puede usted imaginar lo que este esfuerzo debe costarme. ¿De modo que se marcha usted seguramente? interrogó Magdalena que quería dudarlo aún. Mañana mismo. Adiós.
¡Cuántos han muerto ya! me dijo. Tú no te puedes imaginar lo que era la costa entonces, en el mes de octubre, con los árboles en flor. El perfume de las aromas, de la retama y de los azahares embalsamaban el camino.
Admirable es el encadenamiento de las cosas, y cómo de ciertas causas nacen a veces los efectos más imprevistos. ¿Quién hubiera podido imaginar que del descubrimiento de mi padre y de su aparición algo cómica, habían de resultar tan serias modificaciones y hasta cambios en la dirección de mi vida? Sin embargo, así aconteció.
Palabra del Dia
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