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Actualizado: 14 de julio de 2025


Y se dulcificó la rigidez de su semblante, sus ojos se humedecieron y lloró. ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Dios mío! dijo ; la vida es un sueño de Satanás! ¡, , un sueño horrible! ¡pero, seguidme! tomad vuestras armas, que ya no hay peligro en que las toméis, y vamos. Don Juan tomó sus armas, su sombrero, su capa, y siguió á Quevedo; pero antes de salir se volvió hacia Dorotea.

Deseo ir como simple soldado. El personaje intentó desviar la conversación, para no repetir su negativa. Pero ¿por qué se ha sublevado ese hombre? ¿Qué mal le ha hecho el gobierno?... La generala contestó con un gesto de extrañeza. ¿Qué tenía que ver el gobierno en tal asunto?... Luego, sus ojos se humedecieron con lágrimas de cólera.

Era un antiguo episodio del desastre de los Gelves. Hablaba despacio, con acento semejante al son de un atambor destemplado, y más de una vez sus ojos se humedecieron al recordar las vergüenzas de aquella jornada. Describía el desorden y la fuga de las naves cristianas al presentarse de improviso la armada turquesca.

Serafina se puso en primera fila; y como Reyes, con el susto que le habían dado los que le rodearon, y las emociones anteriores, y la vergüenza de confesar la verdad, no acababa de hablar, por contuso se le tuvo, se le supuso víctima de un vahído, pues tan pálido estaba, y las monísimas manos cuyo contacto de poco antes aún sentía en la piel, las de la Gorgheggi, le aplicaron esencias a las narices y le humedecieron las sienes.

No me duele nada, me siento bien, y para colmo de felicidad no tengo ganas de comer ni de dormir... Pues es preciso que tomes algo. No lo necesito... créanmelo. Verán cómo no lo necesito. Si soy otro, si no tengo ya carne ni para nada la quiero. No tengo más que el esqueleto, y él se basta para llevar el alma. A Fortunata se le humedecieron los ojos.

El tono de acusación con que fueron dichas estas palabras conmovió á Torrebianca. Se humedecieron sus ojos y bajó la frente, como avergonzado de una acción innoble. Sus labios temblaron, y Robledo creyó adivinar que murmuraban levemente: «¡Pobre mamá!... ¡Mamá míaSobreponiéndose á la emoción, volvió á levantar Federico su cabeza.

Y bajándose tiró de una de las tetas al animal e hizo salir dos o tres chorros de leche que humedecieron el suelo. Al mismo tiempo volvió su faz, congestionada por la posición tanto como por el gozo, hacia el joven coadjutor.

Belarmino despertó de su meditación para besar y abrazar a su hija, silenciosamente, con ahinco y ternura, todavía más exagerados que de ordinario. Se le humedecieron los ojos. En la tienda reinaba total tiniebla. ¿Enciendo luz? preguntó el aprendiz pelirrojo. Belarmino tardó en responder; le faltaba la voz. No hace falta. Ahorraremos en luz.

Felices esos seres, que nunca conocieron La punzadora espina que labra el corazon, Y el inocente labio jamas humedecieron En la dorada copa que mana corrupcion. Felices esos seres, que nunca calentaron Las engañosas manos de la amistad infiel, Que nunca las miserias del mundo presenciaron Ni el dictamo sagrado vieron trocarse en hiel.

Otros con menos años y con razones más poderosas para amar la existencia habían sufrido la misma suerte. ¡Los duelos ocultos de esta época!... Los ojos de la duquesa se humedecieron y el gesto de su boca fué francamente doloroso. «Es el pequeño amante, no hay duda se dijo Miguel . El chiquillo que vió Castro

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