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Actualizado: 18 de noviembre de 2025
Y, sin embargo, Huberto no esperaba sino una palabra suya para pedir su mano. De lejos, se le representaba más seductor. Recordaba sus actitudes elegantes, su rostro distinguido cortado por un bigote dorado.
Huberto, irritado por aquella salida, dijo bruscamente: Señorita, si bailar con usted es un impuesto que usted establece sobre sus huéspedes, no tengo más que dejarme ejecutar, pero siempre contando con que la señorita de Chanzelles que ha aceptado mi invitación, quiera desligarme de mi compromiso.
Y antes de que pudiera impedirlo, Huberto le tomó la mano y la llevó a sus labios balbuceando en un soplo: ¡La adoro! Aquella noche María Teresa tardó mucho en dormirse. Le parecía oír aún la voz conmovida de Huberto y las frases que había pronunciado. ¿Era, pues, verdad? ¿La amaba, ponía en ella sus secretas esperanzas?
Pero ¿qué relación podía existir entre los sentimientos de afección de Juan y el amor de Huberto? No la veía, y, sin embargo, la afección reciente no sofocaba en su corazón el antiguo sentimiento. En fin ¿si Huberto Martholl pedía su mano, diría que sí? Y sus padres ¿qué pensarían de este joven? Era un desocupado, un inútil. He ahí algo que no le gustaría al señor Aubry.
Alicia no va a dejar escapar la ocasión de mostrar a sus amigas en este invierno, el más hermoso ejemplar de los nuevos flirts que han aparecido en este verano. Digo esto, pues en mi concepto, sabes, se contentará con el flirt. Huberto Martholl no me hace el efecto de un señor decidido a casarse con una joven sin fortuna, y dudo mucho que las de Blandieres tengan ni sombra de dote.
Este protector ¿quién sería?... Huberto, sin duda, pues... ¿Pero le inspiraba bastante confianza?... ¿Con su auxilio podría desafiar peligros?... Unirse para gozar de la vida cuando se es joven y rico, poco significa.
Lo mismo sucede en el hombre; en él se transforman y atrofian en lo moral como en lo físico todas las facultades no ejercitadas. Huberto representaba de una manera precisa el tipo del hombre tal cual lo hacen sus hábitos, en una vida de lujo, mecánica y fácil.
Esta vez, sí, me explico tu deseo de verme encadenada; pero ¿qué importa, para tus proyectos, que sea a Martholl o a cualquier otro? Es que Huberto me place. Lo encuentro muy bien. Cuando vayamos juntas al teatro me gustará tenerlo en el fondo del palco; los hombres como él, hacen valer a las mujeres que acompañan.
Me gusta la soledad, la vida contemplativa. ¡Qué descanso verse libre de los indiferentes! ¿Es por mí por quien dice usted eso? protestó Huberto. María Teresa se sonrió con malicia. No; a usted lo habría soportado muy bien algunas horas por día.
La necesidad de su casamiento con Huberto le hizo intolerable la vida durante un minuto, y por un impulso de piedad hacia Juan, agitada por confusos pensamientos contradictorios, murmuró: ¡Pobre joven, pobre joven! Si me ama con todas las nobles energías de su hermosa naturaleza, ¡qué cruel será el despertar, y cuánto vacío y desesperación dejará tras sí!...
Palabra del Dia
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