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Irritado a causa de este apartamiento, acabó por hablarle con hostilidad. Era un Maltrana distinto al de los días anteriores. Nélida le había influenciado, participaba de sus odios, y tal vez por esto huía de él como si fuese un enemigo.

Rápidamente se había establecido entre don Pedro y las señoritas de la Lage el género de familiaridad inherente al parentesco en grado prohibido pero dispensable: familiaridad que se diferencia de la fraternal en que la sazona y condimenta un picante polvito de hostilidad, germen de graciosas y galantes escaramuzas.

Era el ardor del neófito que asusta al maestro, la audacia del renegado que quiere borrar con tremendas exageraciones el recuerdo de su historia. Además, se creía con derechos absolutos sobre la persona y los bienes de su catequista, y miraba con hostilidad a la pareja que vivía con el señor Vicente, sospechando que le despojaban de una parte de lo que consideraba como suyo.

Mientras estaba allí sentado con la hija del muerto, esforzándome en convencerla de que recibiera sin marcada hostilidad al misterioso individuo, no podía dejar de notar el vívido contraste entre el lujo de todo lo que la rodeaba y la pesada carga de tribulaciones de su corazón.

Yo nada pude hacer para contrarrestar aquella hostilidad; las autoridades no me sostenían, ... y me resigné a los peligros que me traía mi independencia de carácter. No aguardé mucho tiempo.

De ello corría peligro, pues cerca de su persona andaban muchos padres de los que le enviaban discípulos sin el lastre de los dos cuartos. Otros labriegos, que habían mostrado gran hostilidad contra la familia, no osaban llegar hasta la barraca y permanecían en el camino, formando corro.

Usted no es mi amigo replicó con dureza el joven. Deseo serlo de todo corazón y me sorprende su hostilidad. Sin embargo, no creo haberle dado motivo para que me trate como enemigo, desde la tarde en que juntos volvimos de Rosalinda. Esta alusión a Rosalinda, lejos de calmar al hijo de Miguelina, pareció aumentar todavía su irritación. ¡Detesto el disimulo! exclamó.

El Duque «le había caído antipático» y notaba perfectamente que había reciprocidad en este sentimiento, por más que el personaje, como hombre de mundo, guardase frente a él una actitud cortés y hasta benévola, donde sólo un espíritu observador o un hombre de corazón y de instinto como Gonzalo podían traslucir la hostilidad.

Los mismos que habían visto desfilar a los huelguistas sin intento alguno de hostilidad por delante de las casas de los ricos, aceptaban en silencio el inaudito castigo. Se hablaba de dos muertos en aquella noche, uniendo el señorito ebrio con el infeliz escribiente.

Todos se miraban con hostilidad, como si se viesen diferentes á como eran antes... ¿Tendría, al fin, que juntarse el pueblo en masa para ahuyentar á golpes al oculto enemigo?... Iba pensando en esto, cuando su caballo se estremeció, deteniéndose con tal brusquedad que casi le hizo salir disparado por encima de sus orejas.