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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Después se pone en una franela o tamiz para que se vaya filtrando y cayendo a otra vasija; a medio kilo de este jugo se le agregan tres cuartos de kilo de buen azúcar; se pone a fuego muy lento y cuando va a empezar a hervir se vierte de la vasija de porcelana que se habrá puesto al fuego a la de barro; se deja enfriar y se embotella; procurando guardar las botellas derechas y herméticamente cerradas y en sitio muy fresco.

Además, con las nuevas fuerzas habían venido nuevos deseos de una voluptuosidad recóndita y retorcida, enfermiza, extraviada, que procuraba satisfacerse en seres inanimados, en contactos, olores y sabores que, lejos de todo bicho viviente, podían ofrecerle, como adecuado objeto, las sábanas de batista, la cama caliente, la pluma, el aire encerrado en fuelles de seda, el suelo mullido, las rendijas de las puertas herméticamente cerradas, el heno, las manzanas y cidrones metidos entre la ropa, el alcanfor y los cien olores de que sabía ya Celestina.

Sin embargo, cuando pasé el umbral de aquel gran salón herméticamente cerrado, en el que ardían los cirios hacía dos días, y respiré el olor frío de las altas vigas saturadas de vejez, sentí un malestar de tristeza y como repugnancia por una vida que conduce a la infalible muerte. Empezaron a llegar amigos y parientes que yo no conocía y a quienes expliqué la ausencia de Lacante.

La silla de manos en que había sido metido Quevedo, y en que Quevedo se había dormido, anduvo hasta parar en un lugar de que no podía darse cuenta Quevedo; primero, porque con su cansancio, su largo desvelo y su admirable fuerza de ánimo, dormía profundamente; y segundo, porque aunque hubiera estado despierto, la silla de manos estaba herméticamente cerrada y á obscuras.

Antes de llegar a Urbia, a un lado y a otro, se veían casas de campo derrumbadas, fachadas con las ventanas tapiadas y rellenas de paja, árboles con las ramas rotas, zanjas y parapetos por todas partes. Martín entró en Urbia. La casa de Catalina estaba destrozada; con los techos atravesados por las granadas, las puertas y ventanas cerradas herméticamente.

Por lo que hace á la casa, estaba cerrada herméticamente; y en toda la extensión que alcanzaba la vista no se distinguían más seres vivientes que el cazador, la miruella y un hombre que cerca de la casa esparcía toperas en un prado, y acechaba de cuando en cuando las operaciones del topo, á cuya caza andaba. Este hombre, á quien el de Madrid no veía, era el tío Merlín.

PIMIENTOS EN VINAGRE. Se toman pimientos morrones, se frotan bien con un paño y se ponen en una olla de boca ancha; se rellena con agua y vinagre en partes iguales, de modo que queden bien cubiertos. La vasija ha de ser de cristal con tapón esmerilado y siempre herméticamente cerrada.

Inclinada sobre él, Lea le vió contraído, terrible, inerte. No había corrido ni una gota de sangre. La aguja tapaba herméticamente la herida y su punta había llegado al corazón. Con pasos cauteolosos, como si temiese despertar de su espantoso sueño al que temía más muerto que vivo, se echó un abrigo por la espalda y huyó á la calle. Sin saber lo que hacía, tomó la dirección de su teatro.

Su manto de nubes era más espeso; la vaporosa túnica de encaje había sido reemplazada por una cortina gris que cerraba herméticamente toda la bóveda celeste; el sol ya no tenía celosía por donde mirarnos. La llanura triste y oscura en que reposa Madrid, exhalaba un vapor trasparente que concluía por aproximar la línea vaga y fina que cierra el horizonte.

PASTA PARA LAS MANOS. Se toman sesenta gramos de polvos de talco, pasándolos por un colador fino, para evitar que forme grumos, se mezclan con el jugo de medio limón y un poco de glicerina; se tiene en frasco herméticamente cerrado y se frota todos los días.

Palabra del Dia

ciencuenta

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