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Actualizado: 14 de junio de 2025
Al llegar al patio de la casa, los portadores, seguidos de toda la gente de la aldea, subieron las cinco gradas de piedra, colocando a la entrada el ataúd; allí mismo, donde ella tenía costumbre de recibir todas las mañanas a los pobres y a los enfermos, distribuyendo alimentos, caldo, medicinas, ungüentos, trapos y vestidos, curando de rodillas las llagas de los heridos.
También hirieron mis oídos algunos lamentos que salían por las troneras: eran los pobres heridos que no había sido posible salvar y se hallaban suspendidos sobre el abismo, mientras aquella triste luz les permitía mirarse, comunicándose con los ojos la angustia de los corazones.
En la cámara todo era confusión, lo mismo que en el combés. Los sanos asistían a los heridos, y éstos, molestados a la vez por sus dolores y por el movimiento del buque, que les impedía todo reposo, ofrecían tan triste aspecto, que a su vista era imposible entregarse al descanso. En un lado de la cámara yacían, cubiertos con el pabellón nacional, los oficiales muertos.
Está aquí; la han enviado sus jefes casi á la fuerza para que descanse y se reponga. Pero se escapa á Mentón, á Niza, allí donde hay heridos, queriendo reanudar su servicio. ¡Si á lo menos se casase!... Mas no: morirá como los otros. Y yo quedaré solo, y seré lord, el tercer lord Lewis: lord Lewis el historiador, lord Lewis el gobernador colonial, y lord Lewis el inútil...
Viendo el dicho D. Joan de Castilla que éstos sus soldados volvían las espaldas, salió fuera con el resto de su compañía é hizo rostro á los turcos y trabó la escaramuza con ellos y mataron algunos de los turcos, y de sus soldados pocos fueron heridos; y viendo los turcos el daño que rescebían, se retiraron á la vuelta de su campo, y ansí el dicho Capitán recogió á los dichos sus soldados sin perder ninguno.
Cual respuesta pavorosa se oyen gritos lastimeros de mujer, gritos heridos, insoportables, horrendos, voz de espanto miserable que pide amparo á los cielos, y el escape redoblado de un bruto que viene huyendo.
Conforme a lo acordado nos trasbordamos. D. Rafael y Marcial, como los demás oficiales heridos, fueron bajados en brazos a una de las lanchas, con mucho trabajo, por robustos marineros. Las fuertes olas estorbaban mucho esta operación; pero al fin se hizo, y las dos embarcaciones se dirigieron al Rayo.
22 Y cayeron muchos heridos, porque la guerra era de Dios; y habitaron en sus lugares hasta la transmigración. 23 Y los hijos de la media tribu de Manasés habitaron en la tierra, desde Basán hasta Baal-hermón, y Senir y el monte de Hermón, multiplicados en gran manera.
Los brillantes de la especie de ajorca árabe, que yo la había enviado en el canastillo de boda y que rodeaba el brazo en cuya mano apoyaba su cabeza, me dejaban ver, heridos por la luz, destellos vivísimos, pero inmóviles. Amparo parecía una estatua de cera vestida de blanco.
Cerca del Moral había cuatro o cinco montecillos de arena, llamados con propiedad los Arenales, que heridos por los moribundos rayos del sol brillaban como grandes topacios. Ni el más leve ruido turbaba el silencio del gabinete, que en aquel momento semejaba, por lo sombrío y recogido, un gran confesonario.
Palabra del Dia
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