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Actualizado: 11 de julio de 2025
Pues así es, señá Eufrasia dijo Maltrana. Y el marido, saliendo de su mutismo por este triunfo extraordinario sobre la esposa siempre dominadora, dijo solemnemente: ¡Lo ves, mujer!... Las hembras no sabéis na de na y queréis meteros en too. Pero la Eufrasia, sin prestar atención al marido, bajaba la cabeza como para seguir mejor el curso de sus pensamientos.
Y paseaba su belleza de rubia fina con carnes de porcelana por los colmados y ventorrillos, tratando con una fraternidad exagerada a los cantaoras y rameras que intervenían en las juergas, exigiendo que la tuteasen, y riendo con nerviosa alegría de borracha cuando los hombres, embrutecidos por el vino, sacaban las navajas y las hembras se apelotonaban asustadas en un rincón.
Y si no, ahí tienes a tu abuela, que piensa todo el año en la sábana. ¿Para qué la querrá, una mujer que todo el mundo sabe que es rica? ¡Las hembras, Isidro, mala gente!... Tu abuela me ha visto en varios apuros: tuve que pagar el arrendamiento de las tierras que cultivo ahí enfrente, porque ya sabes que yo soy agricultor antes que trapero.
La conmemoración más grande del mundo cristiano se celebra con el desencadenamiento de todos los apetitos. Hasta el arte se encanalla. Los teatros dan mamarracho, o la caricatura del Gran Misterio en nacimiento sacrílegos. Los cómicos hacen su agosto; la gente de mal vivir, hembras inclusive, alardea de su desvergüenza; los borrachos se multiplican.
De aquí la rareza entonces de la verdadera mujer y el mágico y portentoso efecto que producía en el alma de guerreros bárbaros y briosos, avezados a ver hembras solamente.
Y todos a la vez, como si repentinamente perdiesen la memoria, anatematizaban con gran severidad los vicios de los trabajadores. ¿Qué podía esperarse de una gentuza sin otra ilusión en su vida que la de beber?... Decía bien Dupont. ¡Borrachos! ¡Gente abyecta que perpetuaba la miseria de su condición, violando a las hembras como si fuesen animales!...
Había grupos curiosos y dignos de examen, ofreciendo el andén de la estación de León golpe de vista muy interesante para un pintor de género y costumbres. Ni más ni menos que en los países de abanico cuyas mitológicas pinturas representan nupcias, se notaba allí que el séquito de la novia lo componían hembras, y sólo individuos del sexo fuerte formaban el del novio.
Permanecieron encaramadas en la escalera un día entero las dos hembras, siendo la causa de aquel castigo el hecho siguiente: Una de las mujeres tenía grandes ansias por cobrar un dote de 100 ducados que le correspondía si se casaba, mas ella no demostraba ninguna afición al casamiento, y sí muy grande al dinero y á una su íntima amiga, con la cual convino un ingenioso plan que, al ser malogrado, la puso en aquella triste situación.
A ésta la habían llamado «la Latina». La cartela del retrato hablaba, en el estilo ampuloso de la época, de su discreción y su ciencia, acabando por llorar su muerte a los once años. Las hembras eran como retoños secos en el tronco vigoroso de los Febrer, peleadores y exuberantes.
La veneración que por Nucha sentía y que iba acrecentándose con el trato, cerraba el paso a la idea de que pudiesen ocurrirle los mismos percances fisiológicos que a las demás hembras del mundo. Justificaba esta candorosa niñería el aspecto de Nucha.
Palabra del Dia
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