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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Paliza diaria a la mujer; casi todo el jornal en su bolsillo, y los chiquillos descalzos y hambrientos, buscando con ansia las sobras de la cena de aquella cesta que por las noches se llevaba al horno. Aparte de esto, un buen corazón, que se gastaba el dinero con los compañeros, para adquirir el derecho de atormentarlos con sus bromas de bruto.
Osorio hizo un movimiento para arrojarse detrás de ella; pero reponiéndose instantáneamente gritó más que dijo para que le oyese bien: ¡Es claro! soy un puerco porque no quiero mantener señoritos hambrientos. ¡Que los mantengan las viejas que los utilizan! Después de proferida esta ferocidad quedó satisfecho al parecer, porque en sus labios se dibujó una sonrisa de triunfo y sarcasmo.
Y todo lo demás que vino después, la empresa teatral..., la fábrica..., los banquetes, las jiras, los saraos..., los préstamos a esos hambrientos y chupones..., por culpa mía, por mi pasión..., que ya se extinguía, por miedo a echar cuentas, por miedo de que se descubriese mi adulterio; sí, adulterio, así se llama... yo lo toleré... lo procuré todo.... Todo es culpa mía, y l peor es lo que dice el tío: Empezó él».
La imaginación no puede concebir un marco más siniestro para el drama de la muerte: un camastro en una choza; ni eso siquiera, un montón de trapos sórdidos en una cabaña abandonada, podrida y agrietada, en la que, por lástima, se ha dejado instalarse a aquella desgraciada con sus crías, abortos demacrados, medio desnudos, sucios, enmarañados y rabiosos como animales hambrientos que se disputan un hueso.
Eran ya las diez de la noche cuando llegamos, hambrientos y molidos, á la ilustre Valdepeñas, ilustre por sus vinos populares, que no por otra cosa. Cualquiera podría pensar que los 10,800 habitantes de ese valle-de-peñas vivirían medio achispados, tomando el gusto á sus pipas y haciendo de cada bodegon una Cápua.
Los viajeros llegaron a las cuatro y media a la gran capital, apeándose en la gare de Lyon, hambrientos y malhumorados.
Cuando llamaron a su puerta maltrechos, hambrientos y rendidos, les admitió a condición de que, para no comprometerla, saldrían de su casa con el primer claror del día; así que, al rayar el alba, ellos, sin esperar a que les llamase, se levantaron del montón de hojas de maíz que les sirvió de cama y con rudo lenguaje dieron gracias a su compasivo huésped, que les despidió diciendo: Sois guiris: ¡no importa!
Ahora sigue todo este aparato una infinita tropa de carros largos, llenos de comida y vestidos de mujeres y de hombres, que es la guardarropa de la Fortuna; y con ir tantos como la siguen desnudos y hambrientos, no les da un bocado que coman ni un trapo con que se cubran, y aunque los repartiera con ellos, no les vinieran bien, que están hechos solamente a medida de los dichosos.
No nos pareció conveniente desembarcar allá, a pesar de que estábamos hambrientos. Pasamos por entre las islas Canarias y la costa de Africa, hasta que, al llegar a la desembocadura de un río, nos detuvimos. Había en las orillas algunos árboles aislados que parecían olivos. Este árbol, el argán, tiene un fruto parecido a la aceituna, aunque más redondo y amarillo.
Cada cofrade debía llevar por signo distintivo, a más de la cruz, una corona de rosas... ¡Horrible confusión! ¡El símbolo de inocencia y de ternura sobre la cabeza de los degolladores!... ¡Rosas y sangre!... La sociedad odiosa de los cabochiens, es decir, la horda de carniceros y desolladores, fué soltada por la ciudad, como una tropa de tigres hambrientos, y estos verdugos sin número se bañaron en sangre humana» .
Palabra del Dia
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