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Actualizado: 5 de mayo de 2025
A veces una gacela saltaba, y con las orejas bajas, estiradas y finas, partía en el filo del viento. Soltábamos el halcón que volaba sobre ella con las alas serenas, dándole a espacios regulares, con toda la fuerza de su pico curvo, picotazos en el cráneo. Y la íbamos a encontrar, por fin, a la orilla de algún charco infecto, cubierto de nenúfares.
Temeroso mi padre del daño que pudiera causarme, me tiene prohibido cazar en toda la parte del bosque situada al norte del camino de Munster; pero esta mañana mi valiente halcón dió caza á una garza enorme y mi paje Rubín y yo olvidamos por completo el camino que seguíamos y la distancia recorrida, sin pensar más que en las peripecias de la caza.
Tus octosílabos rumorosos agitaron más de una noche el pecho de la virgen y no fue sólo el teatro tu dominio! Fue también la familia, el hogar; porque todo lo invadiste, desde el salón de mi tía Medea hasta la academia de negros y mulatos en que era halcón mi pardo Alejandro.
La segur más grácil, para cuando quiera cercenar un lauro o una flor de amor, para el santo muérdago de la vida íntima y para el ensueño de mi corazón; y la más robusta, para las podridas ramas que del árbol la ignominia son; para las raíces de la mala yerba que la gloria roban de la mies en flor, y para los cuellos del halcón y el lobo y el áspid traidor. Mayo, 1914.
Un halcón que acababa de devorar a su apresada víctima, se fijó en Jacobo Melín con sorpresa porque debió reconocerle probablemente un cierto grado de parentesco, al mismo tiempo que la superioridad del hombre, ya que con una capacidad superior para la rapiña, a él no le era dable entonar canciones. De nuevo don Jacobo en el camino real, emprendió otra vez rápida marcha.
Jamás el halcón, rozando el agua con el extremo de su ala, ha volado con tanta rapidez como el hermoso brick, cuando, impulsado por la brisa, sus gavias y sus juanetes izados, se deslizaba por el Océano, de tal modo inclinado, que los extremos de sus vergas bajas desfloraban la cima de las olas. ¡Ciertamente, no hay un brick más hermoso que El Gavilán!
Apoyando suavemente la diestra en el hombro de la dama, el Rey de Castilla, vestido de rojo capisayo descolorido, enseñábala sobre el dedo un halcón montano con capirote de púrpura. Una ondulación, un aliento espectral parecía mover por instantes la tela.
Esotro que está en esotro de más arriba con un halcón en la mano, es un caballero que, habiendo heredado mucho de sus padres, lo gastó todo en la cetrería y no le ha quedado más que aquel halcón en la mano, que se las come de hambre. Allí está un criado de un señor que, teniendo qué comer, se puso a servir. Allí está un bailarín que se ha quedado sin son, bailando en seco.
La perdiz acosada se metió en un espeso zarzal: el halcon persiguiéndola se entró tambien en él; pero viendo el rey al cabo de largo rato que su pajaro favorito no parecia, mandó á sus monteros cortar aquella maleza y sacarlo.
Llegado había muy cerca de ambos personajes sin que éstos notaran su presencia, cuando el hombre enlazó repentinamente con su brazo el talle de la joven y la estrechó contra su pecho. Soltó ella el asustado halcón y lanzando un agudo grito abofeteó y arañó el rostro del rufián, procurando en vano desasirse. No os encolericéis, linda paloma, dijo él con gran risa; sólo conseguiréis lastimaros.
Palabra del Dia
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