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Actualizado: 12 de octubre de 2025
No, no, Sancho amigo, huye, huye destos inconvinientes, que quien tropieza en hablador y en gracioso, al primer puntapié cae y da en truhán desgraciado. Enfrena la lengua, considera y rumia las palabras antes que te salgan de la boca, y advierte que hemos llegado a parte donde, con el favor de Dios y valor de mi brazo, hemos de salir mejorados en tercio y quinto en fama y en hacienda.
Barbarita le quería mucho. Habíale visto en su casa desde que tuvo el don de ver y apreciar las cosas; conocía bien, por opinión de su padre y por experiencia propia, las excelentes prendas y lealtad del hablador. Siendo niña, Estupiñá la llevaba a la escuela de la rinconada de la calle Imperial, y por Navidad iba con él a ver los nacimientos y los puestos de la plaza de Santa Cruz.
¿Pero a usted quién le ha dicho?... Palabra de... quiero decir... yo no sé... yo niego.... Es usted un mentecato y un hablador insustancial ¿Cree usted que asuntos tan serios se vienen a tratar al café? ¿Ven ustedes? Lo que yo decía gritó Foja triunfante sin hacer caso de los insultos. Ronzal negó, se obstinó en callar; pero se conocía que le costaba grandes esfuerzos.
Por supuesto... las cartas de don Rodrigo... Ese hombre es un miserable, un calumniador... Es joven, é inexperto. Pues decidle... decídselo, que si me ha podido interesar... algo... por circunstancias especiales, ahora por circunstancias especiales le desprecio. Pero le vais á matar... Quien es hablador, embustero, mal nacido, no puede amar. Pero ved que lloráis. De rabia.
Durante el trayecto, Gonzalo se mantuvo alegre y hablador, dando matraca a su cuñada, la cual estaba taciturna en demasía. El joven creía que el recuerdo de la fatal escena que narramos la atormentaba, y hacía vivos esfuerzos por distraerla. La sociedad del Liceo se hallaba establecida en la única ala sana de un viejo convento derruído.
No aspiraba ella a tener uno solo, sino que quería verse rodeada de una serie, desde el pillín de cinco años, hablador y travieso, hasta el rorró de meses que no hace más que reír como un bobo, tragar leche y apretar los puños.
iv La única visita que recibían era la de Feliciana y Olmedo. Ni una ni otro agradaban mucho a Maximiliano: ella por ser ordinaria y de sentimientos innobles, incapaz de apetecer la honradez como estado permanente; él por ser muy atropellado, muy hablador, muy amigo de contar cuentos sucios y de decir palabras indecentes.
Dígalo, por su vida, porque estos señores no me tengan por algún hablador mentiroso. -Hasta ahora -dijo el eclesiástico-, más os tengo por hablador que por mentiroso, pero de aquí adelante no sé por lo que os tendré. -Tú das tantos testigos, Sancho, y tantas señas, que no puedo dejar de decir que debes de decir verdad.
Cuando dijo Ulises que tampoco estaba seguro de su gente y que el viaje era imposible, la mujer volvió su cólera contra él. Parecía haber envejecido de golpe diez años. El marino la vió con otra cara, de una palidez cenicienta, las sienes fruncidas, los ojos con lágrimas iracundas y una leve espuma en las comisuras de su boca. Hablador... embustero... ¡meridional! Ulises intentó calmarla.
Palabra del Dia
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