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Su hermano, que es Rui Diaz, habitaba En Guayra en este tiempo, retirado De Irala, que con él mal se llevaba: Allí poblando se ha fortificado, Y de allí con su gente conquistaba Los indios, y en la tierra apoderado Procura atravesar á San Vicente, Con ánimo crecido y poca gente.

Muy pocas horas después de hecho este cálculo, fue cuando a la marquesa se le ocurrió caer en la cuenta de que con la muerte de su padre y de su hijo, aquella casa que habitaba tanto tiempo hacía, en la calle de Hortaleza, le parecía un cementerio sombrío: veía a las «queridas prendas» de su corazón, doloridas y agonizando, en cada rincón, en cada mueble y a cada instante; su espíritu, tan combatido por los males del cuerpo y por las tristezas del alma, no estaba para grandes pruebas, y le era indispensable «salir de allí... a cualquiera parte».

Obera, como digo, se llamaba, Que suena resplandor en castellano: En el Paraná Grande este habitaba, El bautismo tenia de cristiano: Mas la prometida no guardaba, Que con bestial designo á Dios, tirano, Su hijo dice ser, y concebido De Virgen, y que Virgen lo ha parido.

Le estaba vedado por lo tanto contraer justas nupcias. Pero no pensaba que le estuviesen vedadas igualmente las injustas. En todo el valle no existía hombre más enamorado ni que poseyese armas amorosas de más alcance. Sus conquistas se contaban por docenas. Habitaba en el caserío de Iguanzo, del lado de allá del río, frente por frente de Entralgo.

Nada tengo que me detenga hoy en París le dije. Estoy a la disposición de usted. Habitaba una casa aislada en el extremo de un pueblo, pero lo más cerca posible del campo.

Inés dijo presentándolas mutuamente: Esta es la señorita de quien hemos hablado, aquí tiene usted a doña Jesualda. A ver si se entienden ustedes. La Jesualda habitaba un cuarto tercero interior de una casa de la calle de Don Pedro; había sido prestamista, pero se le torcieron los negocios y tuvo que renunciar al comercio.

El esmero exquisito con que todos los objetos se hallaban colocados en sus puestos, la elegancia y coquetería de los muebles y el perfume delicado que al entrar se percibía, bien claramente anunciaban el sexo y la calidad de la persona que lo habitaba. Cuando María dio luz a la lámpara se encontraron sus ojos con los de una imagen del Redentor que ocupaba el centro de la mesa donde la luz ardía.

Aquél don Tadeo, amigo de su padre, que por pagar una deuda de gratitud se hizo primero cargo de la educación y luego del porvenir del chico, era honrado y bueno, pero fanático en opiniones políticas y creencias religiosas. Su exceso de fe y de realismo era sincero, e indiscutible su influencia y prestigio entre los partidarios de la legitimidad y la gente de iglesia en la región que habitaba.

Su casa no era un templo, ni mucho menos. Habitaba en un cuarto piso de un barrio extremo. ¿Por modestia? ¿Por coquetería? No se sabe. Las pobres gentes de su barrio no se quejaban de tal vecindad; él, por su parte, las cuidaba con tanta solicitud, que algunas veces olvidaba el portamonedas a la cabecera de su cama.

Esta nacion, segun mis conjeturas particulares, habitaba toda la parte sud de la provincia de Moxos, en medio de esas llanuras, frecuentemente inundadas, que se estienden entre el curso de los rios Guaporé y Mamoré, y que se hallan limitadas por un lado, en la entrada de los bosques del pié oriental de los Andes bolivianos, y por el otro en las selvas de Santa-Cruz de la Sierra y de Chiquitos, ocupando una ancha banda de este á oeste, desde los 13 hasta los 16 grados de latitud sud, y desde los 64 hasta los 69 de longitud oeste.