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Actualizado: 25 de julio de 2025
El señor de Palomares vestía un gabán de verano muy largo, de color de pasa, y llevaba en la mano derecha un jipijapa impropio de la estación, pero de cuatro o cinco onzas su precio en la Habana y por esto pensaba que podía usarlo todo el otoño.
Por supuesto que también los hombres son negaos: no lo tome usted a mala parte; pero ¿se le figura a usted que el marío de mi ama no está dejao de la mano de Dios pa dirse a la Habana ú donde sea, mientras ella está tan reguapa que da gloria, y más fresca que una rosa? Lo que yo digo: si él está en el otro mundo, ella como si estuviera viuda, y las viudas son del diablo. ¡Ah!
Los elementos independientes de las Villas y Habana cumplieron al pie de la letra el compromiso adquirido; y al mismo tiempo que Lacoste, en Guantánamo, Ivonet en los alrededores de Santiago y Zapata, Pitillí y otros en distintos lugares de Oriente daban el grito de rebeldía, aparecieron pequeñas partidas en Sagua, Santo Domingo, Marianao, etc.
Hizo que le escribiesen a la Habana, sin poner señas a la carta porque no las sabía; procuró informarse si le habían visto, aunque sin resultado; y todos los días se pasaba algunas horas pidiendo a Dios de rodillas que le trajese en su auxilio.
Por último, fué de los pocos que lograron salvarse cuando, pasando sobre un montón de cadáveres y haciendo prisioneros á los vivos, llegó el general inglés, Conde de Albemarle, á levantar el pabellón británico sobre la principal fortaleza de la Habana.
Tú no puedes vivir sin amor. ¿Cómo habías de quererme a mí, que sólo tengo juventud en el corazón?... Óyeme...». Cada vez que decía «óyeme» tomaba una actitud sacerdotal y el tono más solemne del mundo. «Óyeme. Tú has amado a un solo hombre; ese hombre ha vuelto de la Habana. De todos tus amantes, él era el más simpático, el más caballero.
Era la de Rianzares viuda de un antiguo intendente de la Habana, quien la había dejado una fortuna de las más respetables de la provincia; gran parte de sus rentas la empleaba en servicio de la Iglesia, y especialmente en dotar monjas, levantar conventos y proteger la causa de Don Carlos, mientras estuvo en armas el partido.
Después le acompañaría a don Ciriaco en la derrota de Cádiz a Filipinas, y, tras este viaje de un año o año y medio, me quedaría en San Fernando para concluír mis estudios de náutica. Mi viaje como agregado fué desde Liverpool a la Habana, en el bergantín Caridad, con el capitán Urdampilleta.
Acordaron entonces las autoridades llevarse los de D. Cristóbal; con pompa extraordinaria le acompañaron hasta el bajel que por casual coincidencia llevaba el significativo nombre de El Descubridor, y transbordados en el puerto de Ocoa al navío San Lorenzo, antes de acabarse el año 1795, los condujo á la Habana, con los honores de almirante que le eran debidos, el teniente general de la Armada D. Gabriel de Aristizábal.
Luego, se enciende una panetela de puro Ambalema, cigarro de una forma análoga a los de pajita y hecho del exquisito tabaco que se encuentra en el punto indicado, y que, en la categoría jerárquica viene inmediatamente después del de la Habana.
Palabra del Dia
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