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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Y Maltrana, borracho, señalaba el mar obscuro, increpándolo con una furia cómica... Pasaban sobre su lomo, lo arañaban cruelmente con la quilla, bien comidos, el pensamiento en reposo, los miembros en huelga, y él se vengaba de este rudo despertar enviándoles un hálito excitante que esparcía el deseo y la locura.

Se encontró el joven en otra galería menos alumbrada; por último, la dama tomó por una escalera obscura. El joven la siguió á tientas; nada veía: sólo percibía el ardiente hálito de la dama, el crujir de su traje de seda, la fuerte huella de su paso. Al fin de la escalera sintió abrir una puerta, y la voz de la dama que le dijo: Salid: id con Dios.

El colono que experimenta una desgracia en el hogar, percibe cuantos auxilios le son necesarios; si la desgracia proviene del campo, si una avenida asola sus cosechas, si el tallo de la caña se agosta ante el destructor hálito de un tifón, el fraile remedia el mal sin que el colono vea amenazado su porvenir ante los sombríos colores de la usura.

Vasta tristeza flotaba sobre la ciudad guerrera y monacal, y, en medio de aquel recogimiento, el niño creyó escuchar un coro lejano, un himno alucinante. Eran acaso las monjas agustinas. Por momentos, un hálito sagrado parecía pasar entre las voces y estremecerlas como llamas de cirios. Ramiro recordó las descripciones que su madre le hacía del Paraíso y del Purgatorio.

En la antesala, una sombra siniestra se dobló, tal vez en reverencia de irónica despedida, tal vez al peso de una maldición secreta. Y en el patio enlosado y en el corral, abierto a una pálida luna recién nacida, se percibía un rumor cauteloso y tétrico, como de cipresal mecido por un hálito de muerte.... Qué alegre sonó el golpazo postrero de la puerta roja detrás de los dos viajeros!

Por los balcones abiertos penetraba el hálito caliginoso de las neones de verano, cargado de enervantes perfumes. La plazuela animábase. El calor arrojaba de sus estrechos cuchitriles a la gente de los pisos bajos, y las puertas estaban obstruidas por corrillos de blancas sombras sentadas en sillas bajas y respirando ruidosamente.

Era ya entrada la primavera: su hálito fragante corría por el valle de Laviana tiñéndolo de todos los verdes imaginables, desde el más claro hasta el más oscuro. Caían las flores de los árboles y caían sin tristeza, porque en su puesto dejaban pequeños botones que muy pronto se trocarían en sazonados frutos. Los pájaros principiaban su certamen de amor modulando canciones en el bosque.

De todo el coro de aromas se formaba uno solo, penetrante, fortísimo, que se subía a la cabeza, como si fuera la fragancia de una rosa no más, pero rosa enorme, encendida, que exhalaba de su boca de púrpura hálito fascinador y mortal.

La ciudad se había ocultado, dejando en la memoria de todos una visión de blancas construcciones, altas palmeras, ensenadas azules bordeadas de jardines, rostros congestionados por el calor, ropas húmedas y sudorosas. La brisa del mar libre esparció su hálito vivificante por todo el buque.

Luego sentí mis manos entrelazadas, y sobre mi frente el hálito de una respiración ardiente. En el primer momento, la loca idea de que Marta se había acordado bruscamente de su antiguo amor, le pasó quizá por el cerebro; pero un minuto después, me había reconocido. ¡Por amor de Dios, criatura! exclamó. ¿Qué ocurre? ¿Qué es lo que te trae? ¿Nadie te ha visto? Di, ¿nadie te ha visto?

Palabra del Dia

bagani

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