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Actualizado: 9 de junio de 2025


Poseía una bella voz, y le cantaba los aires que más le gustaban, pero así que su canto expresaba un poco de pasión: ¡No! ¡No! exclamaba su marido burlándose , ¡menos alma, querida, o me desmayo! Gustaba ella de los poetas y romancistas ingleses: elogiábale a Tennyson, a quien adoraba y empezaba a traducirle un pasaje.

Nada: que se quedaba con él; así le gustaban los hombres. Te colocaré en mi cortijo de Matanzuela dijo acariciando con amistosas palmadas a Rafael, como si fuese un nuevo discípulo. El aperador que tengo es un viejo medio cegato, del que se ríen los gañanes. Y ya sabemos lo que son los trabajadores: ¡mala gente! Con ellos, el pan en una mano, y el garrote en la otra.

A los dos nos gustaban las dos, y no sabíamos por cuál decidirnos. Al fin, Pepe Ortiz tomó una y yo tomé otra. Pero al cabo de una semana encontré a Ortiz y me dijo que mi cadena le gustaba más que la suya; entonces yo le di la mía y el me dio la suya, que es ésta...

No tenía prisa y se fue a dar un paseíto, recreándose en la hermosura del día, y dando vueltas a su pensamiento, que estaba como el Tío Vivo, dale que le darás, y torna y vira... Iba despacio por la calle de Santa Engracia, y se detuvo un instante en una tienda a comprar dátiles, que le gustaban mucho.

Me avergüenzo de no poder seguir vuestras huellas, pero mi orgullo es tan endiablado, que me impedirá siempre parangonarme con la oruga que se arrastra a mis pies o al cerdo que se revuelca en mi corral. Estaba siempre en guerra con el consejo municipal de su distrito; no le gustaban los aldeanos, y pretendía que no hay nada más pillo y canalla que un campesino.

Gozaba ella que era una bendición de Dios cuando estaban todos reunidos, chicos y grandes; y cuanto más apretados, mejor. Y apretados lo estaban en aquellas ocasiones a menudo, porque aunque la casa era grande, como tenían mucho laberinto de labranzas y ganados... ¡Virgen Madre, cómo le gustaban esos trajines a su marido! Pues con gustarle tanto, de seguro no le gustaban más que a ella...

Mucho sintieron los Padres esta no esperada respuesta; mas con todo eso esperaban que aquella tarde mudarían de resolución; y á la verdad, ellos así lo fingieron, diciendo entonces gustaban ya de que se quedasen entre ellos; bien que siempre se remitían al parecer del principal que faltaba, y decían venía ya de buen ánimo.

Sarapammon y Dioscórides, valiéndose de las llaves del granero público, vendieron casi toda la cebada y el trigo que en él había, y una enorme provisión de lentejas, y cien artabas de arrak, bebida de arroz fermentado de que gustaban mucho los egipcios de entonces.

Era la casa como un club por el disputar constante y las reyertas fundadas en cualquier bobería. «Si la batalla fuera exclusivamente entre ella y yo, decía Pez , lo llevaría con paciencia pero de poco tiempo acá intervienen con calor nuestros hijos». Las pobres niñas no se mostraban deseosas de seguir a su mamá por aquel camino de salvación... Naturalmente, eran jóvenes y gustaban de ir al teatro y frecuentar la sociedad. ¡Qué escándalos, qué sofocos, qué lloriqueos por esta incompatibilidad del solaz mundano y de los deberes religiosos!

¡No, amigo, te engañas! insistía a su vez Kotelnikov . Porque, mira, hay algo en las negras... Iban tambaleándose un poco, ligeramente borrachos, hablando en alta voz, tropezando con la gente y muy satisfechos de mismos. Una semana después, todo el departamento sabía ya que al empleado público Kotelnikov le gustaban mucho las negras.

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