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Actualizado: 6 de septiembre de 2025
A las once de la mañana subió el antropólogo a su laboratorio, echó cuidadosamente el pestillo de la puerta y se dirigió al oscuro desván donde yacía su nieto. Había llegado el momento supremo. Desatolo, le quitó la mordaza y, después de reanimarlo con palabras y caricias, lo llevó a la pieza más clara de la guardilla y lo sentó sobre una mesa que tenía al objeto preparada.
Páginas sueltas: traducción del mismo; 3 pesetas. Retratos literarios: traducción del mismo; 3 pesetas. Italia: traducción del mismo; 2 tomos, 6 pesetas. Los amigos: traducción del mismo; 3 tomos, 9 pesetas. Poesías: traducción del mismo; 3,50 pesetas. =BIBLIOTECA de autores escogidos. A 1 y 1,25 pesetas cada tomo.= Quevedo. Marco Bruto; un tomo. Sauvestre. Un filósofo en una guardilla; un tomo.
Repentinamente, no sé qué impulso hizo fijar mi vista en una pequeña placa de metal sobre la puerta de una sucia habitación. Leí el letrero: "Dr. Idiáquez, homeópata", y casi sin pensar en lo que hacía, penetré en la casa y subí la destartalada escalera. El Dr. Idiáquez era un hombre vulgar y demacrado, y su consultorio una guardilla sucia y miserable.
¿Verdad, Mario, que tú no has pedido dinero? ¿que es esta manirrota la que se vale de tu nombre para sacarme los cuartos? El pobre no se atrevía a contradecirla y se resignaba a andar con el bolsillo vacío. Hubo necesidad de dejar la guardilla que le servía de taller.
Marroquín se están pegando allá arriba en la guardilla.» Subió el inspector a saltos y halló al cura en un estado que daba lástima verlo: echando sangre por las narices y los dientes. No quiso, sin embargo, que se diese parte al director, ni se dijese nada en el colegio. Entre D. Ruperto y Miguel lleváronle a su cuarto, le pusieron algunos paños de árnica, y le dejaron acostado.
Había establecido ésta en su cuarto de trabajo, situado en la guardilla, una tertulia donde acudían algunos niños en las horas de recreo: contábales historias maravillosas mientras repasaba la ropa blanca o la aplanchaba. Desde un día que subió casualmente aficionose tanto a ellas, que comenzó a acudir asiduamente para escucharlas.
Llegamos por fin a fuerza de apisonar con los pies calles y encrucijadas, a una casa y a un cuarto 4.º, que alguno hubiera llamado guardilla a haber vivido en él un poeta. No podré explicar cuán mal se avenían a estar juntas unas con otras, y en aquel tan incongruente desván, las diversas prendas que de tan varias partes allí se habían venido a reunir. ¡Oh, si hablaran todos aquellos cautivos!
Por de contado, enredar: ¡si te tuviese siempre a mi lado andarías un poco más derecho!» Llegó a reprenderle duramente las faltas como si tuviese sobre él autoridad. Miguel temblaba cuando subía al cuarto de la guardilla con el pantalón roto, lo mismo que cuando iba a ver a su madrastra.
El cual, enterado del suceso y sospechando lo demás que en el cuarto de la guardilla ocurría, tuvo a bien prohibir, bajo penas severas, que ningún chico pusiese los pies en la guardilla, ¿eztamo? Aquel chico gordo, rubio y tan espigado que aporreó al hijo del brigadier, tenía un nombre sonoro y aristocrático, Pedro Mendoza y Pimentel.
Palabra del Dia
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