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A corta distancia del batey de Kentucky encontraron Ortiz y sus guardias una avanzada rebelde, que "desecharon"; y después de ímprobos trabajos y trepando por el temible "farallón", cayeron como irresistible turbión sobre el campamento enemigo.

El viejo sintió miedo al ver la punta de brasa que la ira encendió en los ojos de Rafael. Acababan de pasar otro puente; entraban de nuevo en la ciudad, y don Andrés en su miseria de viejo malicioso y cobarde, retrocedió como si quisiera ocultarse tras la casilla de los guardias de consumos, librándose de la bofetada que ya veía cortando el aire.

Hubo un largo silencio. Algunos contestaron con un leve «¡Tenguial saludo de la pareja, pero todos fingían no verla, y miraban a otra parte, como si los guardias careciesen de presencia real. El silencio penoso pareció molestar a los dos soldados. Vaya, sigan ustedes continuó el más viejo . Por nosotros que no pare la diversión.

Alumbraban unos con huepes, otros con cirios y otros con faroles de papel en astas de caña, rezando á voz en grito el rosario como si riñesen con alguien. Despues venía S. José en modestas andas, con su fisonomía resignada y triste y su baston con flores de azucenas, en medio de dos guardias civiles como si le llevasen preso: ahora comprendía el cochero la espresion de la fisonomía del santo.

Siguiendo la misma línea austral, y al O de Palantelen saldrian las guardias de Rojas y Mercedes sobre las lagunas del Tigre y del Milagro, quedando reparadas con sus fuertes de las invasiones que ahora sufren, y que no son por su nulidad defendibles.

Nos esperaban guardias y lacayos formados en largas hileras; y dando la mano a la Princesa subí con ella la gran escalera del regio edificio, morada de mis antepasados, de la cual tomé posesión como Rey coronado. Me senté después a mi propia mesa, teniendo a mi derecha a la Princesa, al otro lado de ésta a Miguel el Negro y a mi izquierda al venerable cardenal.

Cada paso ordinario del Sirio y su familia era de unos treinta mil piés de rey: seguíale de léjos el enano de Saturno, que perdia el aliento, porque tenia que dar doce pasos miéntras alargaba el otro la pierna, casi como un perrillo faldero que sigue, si se me permite la comparacion, á un capitán de guardias del rey de Prusia.

Encumbrado á tan alta dignidad solo por el favor de esos criminales llamados guardias del alcázar, ya tan codiciosos y perjuros como los que se atrevieron á poner un dia en almoneda la corona del Antiguo Imperio, no pensó ni pudo pensar durante su reinado sino en ir asegurando con inmensas dádivas la alianza que habia sido establecida entre él y ellos por tan infame alevosía.

Obedecí a mi compañero, como si lo tuviese por obligación, y nos colocamos otra vez en las primeras filas. El carruaje de la Justicia caminaba a unos veinte pasos de nosotros. La muchedumbre hormigueaba en torno del piquete y de los guardias, esforzándose para ver al reo.

Era una puerta como otra cualquiera; pero cuando se cerró otra vez, pareciole al enamorado chico cosa diferente de todo lo que contiene el mundo en el vastísimo reino de las puertas. ii Echó a andar hacia Madrid por el polvoriento camino del antiguo Campo de Guardias, y volviendo a mirar su reloj por un movimiento maquinal, tampoco entonces se hizo cargo de la hora que era.