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Actualizado: 18 de junio de 2025
Guardiana era huérfana; su padre y madre murieron del pecho, con diferencia de días, quedando a cargo de una muchacha de dos lustros de edad, cuatro hermanitos, todos marcados con la mano de hierro de la enfermedad hereditaria: epiléptico el uno, escrofulosos y raquíticos dos, y la última, niña de tres años, sordo-muda.
Es el caso que vieron adelantarse y dirigirse hacia ellas un individuo de extraña catadura, alto y delgado, vestido con larga hopalanda negra, y acompañado de otro que formaba con él perfecto contraste, pues era rechoncho, pequeño y sanguíneo, y llevaba americana gris rabicorta. Al aspecto de la donosa pareja llovieron los comentarios. El del gabanón parece un cura dijo Guardiana.
Si ganan, quedarán millonarias o poco menos, y cuando hay esperanzas de eso, la madre del de Sobrado le manda que se arrime a la doña Melindritos, y cuando viene de Madrid una mala noticia, que se desaparte.... ¡Uy, qué tipos! Amparo, con la cabeza baja, enrollaba a más y mejor, febrilmente. Guardiana se hacía cruces.
¡Bribón! exclamaba Guardiana . ¡Y quién lo ve, tan juicioso como parece! Pues conforme te lo digo. Amparo tampoco debió hacerle caso. Mujer, uno es de carne, que no es de piedra. ¿Se te figura a ti que a cada uno le faltan ocasiones? replicó la muchacha . Pues si no hubiese más que.... ¡Madre querida de la Guardia! No, Ana; la mujer se ha de defender ella.
Guardiana le enseñaba y daba consejos, porque la chiquilla, silenciosa y triste, le recordaba su sordo-mudita, inspirándole lástima; mientras Ana contaba noticias de la ciudad, que sabían al dedillo.
Cayó la granizada sobre los protestantes cuando menos se percataban de ello; un queso se aplanó sobre la faz del inglés, rompiéndole el monóculo; un gajo de cerezas despedido por el hermano de Guardiana se estrelló en la nuca del ministro, embadurnándosela lastimosamente. Al par que bombardeaban, denostaban las intrépidas muchachas al enemigo. Tomar, a ver si reventáis chillaba la Comadreja.
Hubo un instante en que los expedicionarios salieron de los pasadizos a plaza más despejada; era una especie de cueva circular, con tragaluz, y en su fondo bostezaban las anchas fauces del pozo Lucas, lleno de un agua soñolienta, sombría y honda. El pilluelo acercó curioso su lámpara. La guardiana le asió del brazo. Eh, amiguito, cuidado con caerse ahí.
Ana, como trata con un capitán mercante, no se quiere rebajar a que la vean alumbrando; dice que cuando llegue la Bella Luisa la avergonzaría su marino.... ¡Y aquella tonta de Guardiana tuvo valor a decirme que ella sólo cogería un hacha para ir en la procesión de Nuestra Señora de la Guardia!
De parte de Nuestra Señora gritaba Guardiana. Para que volváis a dar dinero por hacer maldades vociferaba Amparo lanzando con notable acierto un tenedor de palo al cura.
Entráronse resueltamente por otra galería, y abierta una puerta de hierro, se asustaron todos, menos la guardiana, viendo en torno suyo vasta extensión de agua, una especie de lago subterráneo. Ellos estaban sobre angosta tabla echada a manera de puente a lo ancho del depósito. Aquellas aguas, tendidas en su tumba de piedra, tenían quietud y limpidez lúgubre.
Palabra del Dia
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