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Actualizado: 25 de junio de 2025
66 Y yendo ellos, aseguraron el sepulcro con guardia, sellando la piedra. 1 Y advancado el sábado, amaneciendo para el primero de los sábados, vino María Magdalena, y la otra María, a ver el sepulcro. 3 Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. 4 Y de miedo de él los guardas se asombraron, y fueron vueltos como muertos. 6 No está aquí; porque ha resucitado, como dijo.
Había dado el mismo nombre a otro de sus canes, pero ¡qué valía éste comparado con aquél, del que hablaban con asombro los guardas y era la pesadilla de los altos empleados de El Pardo!... Saltaba el Mosco a media noche las tapias, sin otro acompañamiento que Puesto en ama, y se escondía junto a los arroyos, en los remansos donde bebían los corzos. El que se aproximara podía darse por muerto.
A una de ellas, famosa hechicera, diola el Diablo por añadidura un rostro hermosísimo. Uno de los guardas habíale dicho, punto por punto, el delito de ambas mujeres. Ramiro escuchó entonces la adulterada historia de la conspiración por él descubierta.
Hombre, creo que no; pero nada puede asegurarse. A lo mejor... una casualidad... Un largo silencio acogió estas palabras poco tranquilizadoras. El Mosco seguía hablando para distraer a sus acompañantes de la fatiga de la marcha. Describía la grandeza de El Pardo: nadie lo conocía tan bien como él. En algunos sitios no podrían encontrarle todos los guardas juntos, de a pie y a caballo.
23 diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas que estaban delante de las puertas; mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro. 24 Y cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote y el capitán del Templo y los príncipes de los sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello.
Yo la llamo siempre doña Clorinda; creo que sin esto le falto al respeto, á pesar de su juventud. Tal vez tiene dos ó tres años menos que su amiga Alicia. Las dos se detestan, y no pueden vivir separadas. Una semana por mes chocan, se insultan, cuentan la una de la otra los mayores horrores; luego se buscan. «¿Cómo estás, corazón mio?» «¿Me guardas rencor, mi ángel?»
1 Y luego que el muro fue edificado, y asenté las puertas, y fueron señalados porteros y cantores y levitas, Y señalé guardas de los moradores de Jerusalén, cada cual en su guardia, y cada uno delante de su casa.
En cuanto a él, no sabía cómo disculparse para salir del paso. Mi situación... aquel maldito negocio... dijo apartando la mirada. Todo mentira; ya lo sé. Me dejaste a sangre fría, con una perfidia inconcebible... Ahora... ¡tú lo has querido! Nada puede haber entre nosotros. Estaban solos; no había en torno paseantes, jardineros ni guardas; nadie.
En las estaciones próximas, Brenes, Tocina y Empalme, observaba cierta animación, que no podía achacarse al número, harto exiguo, de viajeros. Algunas muchachas de ojos negros, con claveles rojos en el pelo, de pie sobre el andén, sonreían a los que nos asomábamos a las ventanillas. Todas las casetas de guardas tenían ya en sus ventanas macetas con flores.
6 Y cuando Herodes le había de sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, preso con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta, que guardaban la cárcel. 7 Y he aquí, el ángel del Señor sobrevino, y una luz resplandeció en la cárcel; e hiriendo a Pedro en el lado, le despertó, diciendo: Levántate prestamente. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
Palabra del Dia
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