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Actualizado: 25 de julio de 2025


¿Con quién?, ¿con quién había de ser?, con su ruiseñor; así tendrá usted eterna primavera en el corazón. ¡Es tan guapa, tan sandunguera, está tan amoldada a sus mañas de usted, que ni ella puede vivir sin usted ni usted sin ella! ¡Si se están ustedes queriendo como dos tortolillos!, que eso salta a la cara.

Angué es una muchacha de 15 á 17 años; su padre no recuerda el año que nació, pero sabe el nombre del cura que la bautizó, y el del Capitán general que mandaba entonces las islas. Para un práctico del país, Angué es guapa; es más, es muy hermosa. Esto merece una explicación. El tipo indio difiere poco: así que para hallar diferencias es preciso la práctica y el tiempo.

La verdad era que esto de ir al albercón y a la fuente, más que fatiga era recreo y solaz para Juanita, la cual divertía a las otras muchachas con sus agudos dichos y felices ocurrencias, las hacía reír a casquillo quitado y gozaba de popularidad y favor entre ellas. Era ya Juanita una guapa moza en toda la extensión de la palabra.

«En efecto dijo sonriendo , es usted muy guapa. ¿Y no halla usted semejanza...? En la Naturaleza replicó Muñoz muy serio se observan fenómenos de semejanza... Sin embargo, usted y Virginia sólo se parecen como dos mujeres hermosas. El cabello..., efectivamente. En los ojos hay algo..., pero no, no es tal la semejanza que pueda inducir a suponer parentesco». Isidora no pudo contener su dolor.

Don Quintín se alejó tristemente, imaginando que pues Mariquita, a pesar de ser tan guapa, no tenía con qué pagar el cuarto, era criminal poner en duda su moralidad, y que la acusación de escándalo y descaro era calumnia porteril.

Cuando pensaba que nadie la miraba, quedábase largo rato con los ojos en el vacío, pasaba por ellos una ráfaga de ternura y concluían por arrasársele. Entonces se ponía guapa de veras. Apetecía ir a besarla. Mas si se advertía que la estaban mirando, volvía a poner aquellos ojazos crueles que a todas nos asustaban.

Nunca le había parecido tan guapa como entonces. Sus labios, empapados en el ácido de la fruta, tenían un carmín intensísimo, hasta el punto de que allí podían ser verdad los rubíes montados en versos de que tanto han abusado los poetas.

«¡Probrecilla! dijo Rubín, echando los terrones de azúcar en el vaso, con aquella pausa que constituía un verdadero placer . Dice usted que pasando miserias y muy arrepentida... ¡Cuánto se habrá desmejorado!». Le diré a usted... Precisamente desmejorarse, no; lo que está es así, muy... ensimismada. Pero sigue tan guapa como antes. ¿Y Santa Cruz, no...? Quite usted, hombre.

¿Para qué? replicó Joshé y luego, dirigiéndose al señor, le preguntó: ¿Es la criada, eh? No, esta señorita es mi hija contestó fríamente el señor Arizmendi. Cracasch comprendió que había dado un tropiezo y para enmendarlo, dijo: Es muy guapa. ¡Ya se parece a usted, ya! No. Si es hijastra mía contestó el señor Arizmendi. Ja, ja... ¡qué risa!... Ya tendrá novio, eh.

Este soy yo... dijo con loca admiración . Trabajo me cuesta el creerlo.... ¿Y cómo estoy dentro de esta agua dura y quieta? ¡Qué cosa tan admirable es el vidrio! Parece mentira que los hombres hayan hecho esta atmósfera de piedra.... Por vida mía que no soy feo... ¿no es verdad, prima? ¿Y , cuando te miras aquí, sales tan guapa como eres? No puede ser.

Palabra del Dia

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