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La mano de la Judic es la más bonita de París. En las carreras es donde se lucen los mejores vestidos. ¡Qué linda estaría Adela, en el pescante de un coche de carreras, con un vestido de tila muy suave, adornado con pasamanería de plata! ¡Ah, y con un guía como Pedro, que conocía tan bien la ciudad, qué pronto no se estaría al corriente de todo! ¡Allí no se vive con estas trabas de aquí, donde todo es malo!

Las semillas, como pulpos en gestación, se preparaban á extender los tentáculos de sus raíces hasta los cráneos que pocos meses antes contenían gloriosas esperanzas ó monstruosas ambiciones. La vida iba á renovarse una vez más. El automóvil se detuvo. Corrió el guía entre las cruces, inclinándose para descifrar sus borrosas inscripciones. ¡Aquí es!

Comprendo sin dificultad que muchos viajeros, quizá la mayor parte, juzgan y ven por mismos, sin adoptar las opiniones del redactor del Guia: ya que no todos se atienen á lo que leen; pero á pesar de todo su buen deseo de juzgar por , de ser independientes en sus observaciones, siempre hace algun efecto la lectura de las descripciones, la pintura de las costumbres y el juicio general de las costumbres y usos del pais.

Vuestra sociedad excusa, glorifica esta debilidad, este egoísmo. Al amante que para evitarse a mismo un dolor, para asegurarse la posesión del placer mata a su rival, se le perdona; se va hasta juzgar hermoso, grande, admirable ese amor ciego y leal. En cambio, se condena el amor que a nosotros nos guía, nuestro sacrificio consciente, la obra de salvación a que nos dedicamos.

Dicho esto, el Padre Ambrosio, tomando en la mano la lámpara que ardía sobre la mesa y sirviendo de guía, hizo entrar a Fray Miguel en la mezquina alcoba donde tenía su cama. Allí había en el ángulo formado por las paredes del fondo y lado derecho una estrechísima escalera de caracol, por donde ambos frailes subieron más de treinta escalones.

Como, al levantar el campamento antes de llegar el alba, mi mula era la primera que estaba lista, tomaba siempre la delantera, mientras el guía y el mozo de mano arreglaban los cargueros. Así marchaba hasta la mitad del día, solo, perdido en mis pensamientos y dejando a veces escapar exclamaciones de sorpresa ante un cuadro cuya salvaje grandeza me hacía detener a mi pesar.

La razón de Estado guía sus correrías. ¡Por algo la fábula presenta á estas bestias como modelos de orden y buenas costumbres! En su avance triunfal, la vanguardia del ejército encuentra á la caída cigarra, y los que vivieron de su trabajo vuelven á vivir de su muerte.

Pero mi intención, tratando de hacer atmósfera a la candidatura de Eleuterio, fué buena, inmejorable; y los actos no han de juzgarse por los resultados, siempre contingentes y problemáticos, sino por la intención que los guía, teniendo en cuenta que quien escribe no puede evitar las interpretaciones torcidas de la malicia humana, que siempre es mucha.

Despidió el rey al astrólogo despues de remunerarle fastuosamente, y cuenta la tradicion que desde aquel dia se abstuvo de los placeres mundanales, siendo la piedad, la justicia y la benevolencia la única guia de sus acciones.

Por último, si quereis marchar sobre el lomo brillante y resbaloso de las neveras, exponiendo la vida por un capricho de turista, necesitareis saltar sobre grietas profundas de cristal, y trepar cuidadosamente por escalones que vuestro guia va practicando en el hielo á golpes de pico ú hacha. ¡Qué de transiciones y variedades físicas y sociales entre la region de los ferrocarriles y la de las neveras, entre el ingeniero y el cazador salvaje!