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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Únicamente sabemos que estas lavas se escapan á veces de las grietas del suelo y corren por la superficie. Lo mismo los granitos, los pórfidos y otras rocas semejantes habrán brotado de las rendijas de la corteza terrestre como se escapa la savia de la herida de un vegetal.

Los labios amoratados, con profundas grietas, se movían quejumbrosos, murmurando siempre la misma palabra: ¡Perdón...!, ¡perdón! A la vista de aquella ruina, el padre sintió que se venía abajo su coraje. Sus ojos expresaron una tristeza inmensa, anonadadora. Retrocedió de espaldas hasta la puerta de la habitación seguido por la joven, que avanzaba de rodillas tendiéndole las manos.

Saliendo del camino y tomando la dirección de aquellos canastillos de verdura, se divisa primero un roto torreón, cuyas grietas son otras tantas macetas en que la potente vegetación de los trópicos encuentra vida y alimento. Más cerca, los grupos de follaje descubren las antiguas ruinas de tres edificios. Las retorcidas ramas de los baletes ocultan los restos de una noche de luto y de lágrimas.

¡Laurier!... Los ojos de Julio examinaron con larga duda al militar antes de convencerse. ¡Laurier este oficial ciego que permanecía inmóvil en el banco como un símbolo de dolor heroico!... Estaba aviejado, con la tez curtida y de un color de bronce surcada de grietas que convergían como rayos en torno de todas las aberturas de su rostro.

Algo lejano é indeciso turbó el silencio de la noche deslizándose por el fondo de una de las grietas que cortaban la inmensa planicie de tejados. Los tres avanzaron la cabeza para escuchar mejor... Eran voces. Un coro varonil entonaba un himno simple, monótono, grave. Más bien lo adivinaban con el pensamiento que lo percibían con sus oídos.

Visanteta dio con un codo al cochero y le habló al oído. Era don Juan, el hermano de la señora, aquel de quien todos hablaban mal en casa, aunque con cierto respeto, llamándole por antonomasia «el tío». Los ojillos de don Juan, inquietos e investigadores, revolvíanse en sus profundas cuencas rodeadas de grietas.

Era menester blanquear la cocina, tapar con yeso algunos agujeros y enormes grietas que por todas partes había, empapelar el gabinete, que iba a ser su alcoba, y pintar las puertas. Claro, me tiene tirria; ¿pues qué es él más que un servilón de los de Santa Cruz? Con todo, pienso decirle algo, porque en último caso, con dejarle el cuarto hemos concluido.

La tierra roja abundante en piedras se compra á metros hasta en los rincones más desiertos: lo mismo que los solares de las grandes ciudades. A lo mejor, en un camino, le gusta á usted una casucha con unos cuantos terruños en torno de ella. El edificio tiene la techumbre combada y las paredes con grietas, por las que pasa el viento.

Comenzamos á trepar lentamente, sobre los bancos de hielo para llegar, por en medio de profundas grietas, hasta la gruta principal abierta en el fondo de una ancha hendedura en forma de callejón. Descendimos y entramos por la boca principal. La cavidad de la gruta era apénas de unos cinco piés de anchura y nueve de elevacion, y seguia un giro tortuoso, en una longitud de 35 metros.

Sólo cuando algún nubarrón más espeso y más negro pasaba por delante de ella descargando su fardo de agua, la luz se extinguía casi por completo. Las olas se estrellaban contra los peñascos que sirven de baluarte al Campo de los Desmayos. El viento silbaba entre las grietas de la torre de la iglesia. La música lúgubre de los elementos embravecidos calmó un poco la fiebre del hidalgo.

Palabra del Dia

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