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Y Elisa además hacía de suerte que, cediendo a todas las exigencias de la moda voluble, adoptando todas sus mudanzas en vestido y peinado, conservaba siempre inalterable, inmutable, la traza material de su persona, como la figura que en el troquel de acero está grabada. El tiempo mismo parecía haberse parado para ella desde hacía ocho años.

Es menester para mi eterno reposo que ella me perdone por haber convertido en veneno el bálsamo y su afecto inocente en incentivo vicioso; por haber alimentado con la purísima luz de sus ojos este fuego del infierno que me abrasa y que mancha lo limpio de su imagen que llevo grabada en el alma. A pesar tuyo, Dios mío, a pesar tuyo y en contra tuya, la llevo grabada con rasgos indelebles.

Hay dos grandes rocas, una a cada lado. En una de ellas se encontrará grabada una vieja E. Bajad a la mano derecha y hallaréis lo que buscáis. Pero primero encontrad al anciano que vive en la casa de las Encrucijadas.» ¿Qué significará todo esto? observó Reginaldo, y, volviéndose al señor Hales, añadió: La última parte se refiere a usted.

En aquellas bárbaras correrías que duraban cuatro y cinco años, desde las orillas del mar Caribe a las más altas mesetas andinas, la marcha de los conquistadores quedaba grabada por huellas de incendio y de sangre.

Ricardo lo adivinó todo y cayó en brazos del coronel, derramando un torrente de lágrimas. Aquella noche tomó asiento en el tren del Norte. La noche funesta de aquel viaje quedó grabada hondamente en su corazón.

Esta señora dijo una frase que se quedó grabada en la mente de cuantos la oímos, grito absurdo y dolorido del egoísmo contra la maternidad, y que si no fuera una paradoja, sería blasfemia contra la Naturaleza y la especie humana.

Por fin encontró una gran señal blanca, igual a la letra E que había grabada en la roca a un lado de la entrada del enorme peñasco, y puso en el suelo su linterna. No avancen un paso más exclamó. Entonces hizo salir de un hueco, donde parecía estar bien escondido, un largo y tosco puente, que consistía en un solo tablón, con débiles barandillas a ambos lados.

Vivia en frente de su casa un tal Arimazo, sugeto que llevaba la perversidad de su ánimo en la fisonomía grabada: corroíale la envidia, y reventaba de vanidad, dexando aparte que era un presumido de saber fastidioso. Como las personas finas se burlaban de él, él se vengaba hablando mal de ellas. Con dificultad reunia en su casa aduladores, puesto que era rico.

Su imagen, grabada en mi alma, se borró y desapareció no bien vino tu imagen a estamparse en ella, como sello y marca de esclavitud que la hace tuya para siempre. Ni el temor de la maledicencia; ni el odioso pensamiento de que hasta mismo pudieras menospreciarme y tenerme por liviana, nada me contuvo.

Por cierto que un periódico que á poco se publicó, llamado La Platea, apareció llevando en la portada una vista de la sala del coliseo grabada en madera, que, aunque de tosco dibujo, da idea de cómo estaba en sus comienzos el interior del teatro, con su gran lucerna de aceite pendiente del techo, sus anchas lunetas, su tertulia de señoras y su telón primitivo, pintado por D. Antonio Cabral Bejarano.