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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Como lo que debe suceder sucede, y no hay bromas con la realidad, las cosas vinieron y ocurrieron conforme a los deseos de D. Evaristo González Feijoo. Bien sabía él que no podía ser de otro modo, a menos que aquella mujer estuviese loca. ¿Qué salida tenía fuera de la propuesta por él?
Pero, en fin, con algunos pecadillos pudo irse al otro mundo cuando murió dos años ha. Tal vez aún esté por ellos en el Purgatorio. No sobran, pues, las misas que se digan por su alma. Pensando de este modo, hace ocho días justos entré en la sacristía a encomendar al Padre González veinte misas, pagándolas yo de mis ahorrillos. ¿Y a quién pensarán ustedes que me encontré allí?
Transcurrían algunos meses sin que don Roque se ablandase. «¡Ché, Gallego: no me pillarás otra vez!...» Pero la generosidad del bolichero acababa con sus temores, y de nuevo se anunciaba una corrida de caballos. Si la fiesta había terminado sin peleas, González, triunfante, reñía al comisario. ¿Lo ve usted?... Este es un pueblo que progresa, y puede uno tener confianza en su decencia.
Era un señor de mediana edad, con patillas que le llegaban hasta la nariz, de continente grave, y que parecía prestar gran atención. El diálogo político entre Solón y González Bravo gustó menos, y en vez de durar quince minutos, no duró más que ocho, casi la mitad de lo calculado. Sin embargo, bebí un vaso de agua azucarada.
Poco después, don Felipe Pérez y González, al par que comentaba con acierto algunos de los pasajes más oscuros de esta novela, dedicóse con feliz éxito a allegar datos para la vida de su autor, y diólos a conocer en diversos artículos, que publicó en La Ilustración Española y Americana y reimprimió juntos en 1903, con otros de carácter crítico.
Triunfante Butrón y rejuvenecido, felicitaba a unos, animaba a otros, multiplicábase por todas partes, tendiendo siempre la caña, y entre el calorcillo de la cena y el humo de las satisfacciones, estuvo a pique de desquiciarse aquella cabeza tan firme, hasta el punto de pasar por ella la idea de invitar para el cotillón a la excelentísima señora doña Paulina Gómez de Rebollar de González de Hermosilla.
Cuando ocurría uno de estos incidentes, don Roque, olvidando las larguezas de González, se mostraba indignado. ¿No te decía yo que esto acabaría mal, Gallego?... Ahora veremos lo que dicen de Buenos Aires. En una de éstas, ché, voy á perder mi puesto. Pero ni de Buenos Aires hablaban, ni don Roque perdía su cargo.
Se llamaba Mateo González, y servía en el puesto de la calle del Labrador. Pecado le imitaba en el modo de andar. En sus sueños de ambición, no se le ocurría jamás ser general, ni obispo, ni banquero, ni comerciante famoso, sino ser Mateo González. Este, que era ladino, tuvo una idea feliz. Pecado le vio desaparecer, y por un momento tembló de alegría.
Fué fundada por el obispo D. Fernando Gonzalez Deza en el año 1400, junto al muro de poniente, mas abajo de la de S. Antonio Abad, ocupando otros dos tramos de la misma nave principal, y dejando entre ambas un espacio igual. El fundador fué enterrado en ella.
Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes hijo de Thomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nascimiento fué dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre, y fué desta manera.
Palabra del Dia
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