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Así, pues, si la prudencia y las sabias reformas de nuestros ministros no encuentran hábiles y decididos intérpretes entre los gobernantes de Ultramar, y fieles continuadores en los que las frecuentes crisis políticas llaman á desempeñar tan delicado puesto; si á las quejas y necesidades del pueblo filipino se ha de contestar con el eterno no lugar, sugerido por las clases que encuentran su vida en el atraso de los súbditos; si se han de desatender las justas reclamaciones para interpretarlas como tendencias subversivas, negando al país su representación en las Cortes y la voz autorizada para clamar contra toda clase de abusos, que escapan al embrollo de las leyes; si se ha de continuar, en fin, con el sistema fecundo en resultados de enajenarse la voluntad de los Indígenas, espoleando su apático espíritu por medio de insultos é ingratitudes, podemos asegurar que dentro de algunos años, el actual estado de las cosas se habrá modificado por completo; pero inevitablemente.

Pero ¿por qué se muestran ustedes tan adversarios del gobierno femenil?... Según dice el profesor Flimnap, ya no hay guerras ni puede haberlas; las mujeres administran la fortuna pública con economía; no se nota la miseria ni la mortalidad de otros tiempos; tampoco hay gobernantes ladrones. ¿Qué más pueden desear los hombres?...

Pues qué, amados míos, ¿hemos de contribuir para que se emplee nuestro dinero contra nuestra conciencia? ¿Pediremos al Señor ánimo para el trabajo, y su fruto será para escarnecerle? ¿Queréis que sirvan nuestras riquezas o jornales para que los malos gobernantes paguen suntuosos embajadores que adulen a los carceleros del Santísimo Pontífice, que apacienta el rebaño de Cristo desde su lecho hediondo de paja en un calabozo del Vaticano, antes trono de su preponderante sabiduría? ¡No, y mil veces no, hermanos míos!

Precisamente ahí está el quid como se dice vulgarmente; claro está que es laudable ayudar al gobierno cuando se le ayuda con sumision, siguiendo sus disposiciones, el recto espíritu de las leyes en consonancia con las rectas creencias de los gobernantes y no estando en contradicion con el primitivo y general modo de pensar de las personas que tienen á su cargo el bienestar comun de los individuos que constituyen una sociedad.

¡Bien! acepto su explicacion contestó el enfermo despues de una pausa; me he equivocado, pero, porque me he equivocado, ¿ese Dios ha de negar la libertad á un pueblo y ha de salvar á otros mucho más criminales que yo? ¿qué es mi error al lado del crímen de los gobernantes? ¿Por qué ese Dios ha de tener más en cuenta mi iniquidad que los clamores de tantos inocentes? ¿Por qué no me ha herido y despues hecho triunfar al pueblo? ¿Por qué dejar sufrir á tantos dignos y justos y complacerse inmóvil en sus torturas?

Me acuesto a obscuras; y en cuanto a papelotes, ninguno me importa nada, ya que maldito lo que me interesa la política. A estas horas no quién manda en España. Lo mismo da que sean unos que otros. Todos son lo mismo: gobernantes, manipulantes y danzantes; y eso de la política, zarandajas, marañas, patrañas y tonterías. El devoto exaltábase al hablar.

Pero como nuestros gobernantes no le conocen y temen una humorada como las de aquel Hombre-Montaña que se enloquecía bebiendo un líquido cáustico, será usted sometido á las siguientes precauciones: »Una máquina voladora irá delante, después de haber enroscado un cable á su cuello. Otra volará detrás, con su cable amarrado á las dos manos de usted cruzadas sobre la espalda. Puede avanzar sin miedo.

Con tales propósitos y miras, el retraimiento de España es imposible: el afán de sus gobernantes de no exponerla lanzándola en aventuras, la ha expuesto más dejándola sola. Hasta nuestro desmesurado proteccionismo ha contribuído á enajenarnos la voluntad ó á entibiar al menos el afecto que pudieran sentir por nosotros algunas potencias de primer orden.

"Como la de todas las civilizaciones antiguas, la causa principal de la caída de Roma, fue la desigual distribución de la riqueza con la resultante esclavitud de la población, dice H. Spencer. En vez de producción de riqueza por medio de la ciencia y la industria hubo anexión de riqueza por guerra y conquista, en monopolio de las clases gobernantes, que por ella se corrompieron".

El hombre todavía desconocido que en lo futuro vaya á instalarse en la Casa Blanca por cuatro años, catedrático, abogado, negociante ó agricultor, pesará sobre los destinos del mundo más que todos los gobernantes que llenan la Historia con el estrépito de la gloria guerrera. Su poder se basará en algo más permanente y sólido que la fuerza de los ejércitos.