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Actualizado: 22 de junio de 2025


Cediendo por fin á sus insistencias, le dijo Adh-dhobí: «Tu reinado, oh amir, será glorioso y feliz, y señalado con grandes victorias; pero, si mis cálculos no salen fallidos, su duracion será de unos ocho años solamenteHixem permaneció largo rato silencioso y meditabundo, mas luego alzó sereno la frente y esclamó: Oh Adh-dhobí, tu prediccion no me amedrenta, aun cuando sea sugerida á tu boca por el mismo Omnipotente, porque si el tiempo de vida que me concede logro pasarlo en su adoracion, cuando llegue mi hora diré resignado: ¡hágase su voluntad!

Terminado tan noble ejercicio, el señor Belinchón se veía necesitado a ir cogido a las paredes para trasladarse de un sitio a otro, formando un ángulo de ochenta grados con el suelo. Desde allí, hasta el fin de sus días, el glorioso fundador de El Faro de Sarrió siempre anduvo más o menos esparrancado.

«Lunes 20 de enero de 1642, fue dia del glorioso San Sebastian y este dia estubo toda la ciudad cercada de agua y anegados todos los arrabales desta ciudad y triana estubo anegada toda y se cayeron algunos edificios y el Cabildo desta Santa Iglesia hizo muchas limosnas y algunas personas, Dios se lo pague, y el rio se llevó la puente» .

Que si Rocafort viviera cuando los nuestros ocuparon los Estados de Athenas, y Neopatria, tengo por sin duda que no llamaran al rey de Sicilia sino que le recibieran por su príncipe y señor; pues se pudiera hacer con muy justo titulo, habiendo sido Rocafort su general tantos años en tiempos de trabajos, y debajo de cuyo mando, y govierno habian alcanzado tantas victorias, y dado glorioso fin á tan señaladas empresas.

No: sobre aquellas gibosas y pacientes acémilas se transporta tambien la riqueza intelectual, la ciencia, el arte, la poesía: ved esas blancas construcciones que de trecho en trecho asoman sus dilatadas terrazas por entre los grupos de palmeras tan gratos á la sedienta caravana; esas son las hospederías de los poetas y de los sabios, los depósitos de las letras, los paradores de la inteligencia, espresamente erigidos en obsequio de los sabios peregrinantes por los magnates que como Saïfed'dullah se disputan el honor de albergarlos y de recoger sus historias, sus dogmas, sus improvisaciones. ¿Por qué los Califas de Occidente no marchan con la misma rapidez que los afortunados Abassides hácia el fin glorioso que estos ya tocan con sus manos, de construir el mundo islamita sobre la poderosa base de la unidad de lenguaje y de creencias, convertido el Koran á pesar de sus errores en piedra angular del edificio social, intelectual y político? ¡Ah! porque los hijos de Beni Abbas gobiernan pueblos sosegados que pasaron ya del período de las conquistas, pueblos ademas criados en las tradiciones asiáticas, en quienes es índole peculiar el amor á la vida regalada, ociosa y contemplativa; y los Umeyas por el contrario rigen un pueblo conmovido y agitado aun por la fiebre de las invasiones, que aunque ansioso tambien de ciencias y de placeres, se ve contrastado por las rebeldes razas del Norte, tenaces en sus ideas de independencia y aleccionadas en una religion que hace de las fatigas y privaciones el ejercicio normal de la vida.

Habia tenido este notable prelado antes de su conversion grandes disputas sobre la lei judáica con muchos doctores católicos cuyas razones como para la dureza heredada de sus progenitores no bastasen á la sazón para le sacar del judaismo, sucedió que un dia un doctor no queriendo contender por disputa sino por escrituras, le dió el tratado que el glorioso Santo Tomás de Aquino escribió doctisimamente llamado De legibus, donde admirablemente disputa el santo doctor contra la lei de los judíos.

El tabernero era hombre formal en sus tratos. Cincuenta céntimos por cabeza, pero con la obligación de gritar todos, hasta ponerse roncos, «¡viva el Manitas!», y llevar en hombros al glorioso novillero apenas saliese del redondel.

De la misma manera se opusieron al glorioso San Cárlos, arzobispo de Milan, que como legado ad látere de su Santidad deseó reducirlos á una disciplina religiosa.

Para la elección de estado hay que meditar mucho antes, poniendo el pensamiento en Dios y en la santísima Virgen, tal como lo dispone en sus «Ejercicios Espirituales» el bienaventurado y glorioso compatriota nuestro San Ignacio de Loyola.

El traje de ese Hombre-Montaña significa el «varonismo» en acción, que desafía á todas nuestras leyes y costumbres, á todo nuestro glorioso pasado, á todas las hazañas y sacrificios de nuestros antecesores.

Palabra del Dia

vorsado

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