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Actualizado: 13 de junio de 2025
-Bien parece -respondió don Quijote- que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Eran de diversas formas, y algunas horribles, representando todas mujeres, excepto la primera, que es una cabeza monstruosa pintada, puesta sobre los hombros de un devoto de pequeña estatura, de manera que el conjunto se asemeja á un enano con cabeza de gigante. Hay además otros dos espantajos de la misma especie, figurando dos gigantes, moro el uno y negro el otro.
Lo que tanto atraía su atención era un lindo palacio situado entre un florido patio y uno de los extensos jardines, ya muy raros en París, que los ve desaparecer poco a poco para ceder el puesto a esos gigantes de piedra sin aire, sin espacio y sin verdor, llamados casas, con notoria impropiedad.
Sabedor Fierabrás de la huída del caballero, acorre al puente y hace allí cara con sus gigantes, por una parte al Emperador y al ejército cristiano que lo ataca, y por otra á los caballeros del castillo, que lo acometen á las órdenes de su hermana Floripes.
Cuando nació lo mandaron al campo a criarse con la mujer de un picapedrero, por lo que decía él después que había bebido el amor de la escultura con la leche de la madre. En cuanto pudo manejar un lápiz le llenó las paredes al picapedrero de dibujos, y cuando volvió a Florencia, cubría de gigantes y leones el suelo de la casa de su padre.
Después, marchando adelante en fila, nos abrimos camino con dificultad a través de las altas malezas, pastizales, gigantes helechos y enmarañadas trepadoras, avanzando lentamente hacia el puente señalado.
Desde que le habían separado de su nodriza, no había visto más que dos seres humanos, su padre y su abuela, y vivía entre aquellos dos colosos como Gulliver en la isla de los gigantes. La viuda se había secuestrado voluntariamente para estar a su lado; hacía y recibía muy pocas visitas por miedo que alguna palabra imprudente traicionase su secreto.
Nuestros ingenieros, que hasta entonces habían marchado á ciegas, moviéndose siempre dentro del mismo círculo, luego de escuchar las lecciones de Eulame vieron nuevos caminos abiertos ante sus ojos, y se lanzaron por ellos, haciendo descubrimientos con una rapidez vertiginosa, inventando casi instantáneamente lo que había costado tal vez largos años de meditación en el país de los gigantes.
El caballo no habria creido moverse de su lugar, y el pobre animalillo se encontraria por la noche sumamente fatigado, como quien ha hecho una larguísima jornada; comparad ahora el movimiento del caballo con el de esos gigantes de la fábula que para escalar el cielo ponian una montaña sobre otra, y veréis que lo que para el caballo es una larga carrera no será mas para el gigante que un pequeño movimiento de piernas.
Andad en hora buena, y en tal se os diga: volveos a vuestra casa, y criad vuestros hijos, si los tenéis, y curad de vuestra hacienda, y dejad de andar vagando por el mundo, papando viento y dando que reír a cuantos os conocen y no conocen. ¿En dónde, nora tal, habéis vos hallado que hubo ni hay ahora caballeros andantes? ¿Dónde hay gigantes en España, o malandrines en la Mancha, ni Dulcineas encantadas, ni toda la caterva de las simplicidades que de vos se cuentan?
Palabra del Dia
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