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Actualizado: 9 de julio de 2025
Gracias al Gentleman-Montaña, acababa de conocer instantáneamente todas las dulzuras de la celebridad, siendo el personaje más popular de la República en los presentes momentos. Después de la fama de Gillespie venía la suya. ¡Qué derrumbamiento tan doloroso en la sombra si el gobierno acordaba la muerte de su gigante!...
Había dirigido en las últimas veinticuatro horas dos memoriales al Consejo que gobernaba la ciudad pidiendo que le facilitase una orden de movilización para reunir á todos los barberos y hacerles trabajar en el servicio de la patria. Pensaba dividirlos en varias secciones que diariamente cuidasen de la limpieza del rostro del Gentleman-Montaña, así como de la corta del bosque de sus cabellos.
El profesor Flimnap se ha convertido, desde entonces, en un personaje que puede emplear á mucha gente en el servicio del Gentleman-Montaña, y me llamó, dándome la dirección de los hombres encargados del lecho y la despensa de usted. En este edificio, que sólo depende del profesor y del Comité presidido por él, me considero más seguro que si viviese en el Paraíso de las Mujeres.
Pero el Padre de los Maestros sonrió modestamente al oir mencionar la empresa más gloriosa de su existencia, y dijo á Flimnap: Tiempo le quedará, profesor, para dedicarse á ese trabajo patriótico. Por el momento, creo conveniente que explique á su Gentleman-Montaña lo que fué la Verdadera Revolución y todo lo que ha venido después de ella. Esta lección de Historia resultará útil.
Además, yo he demostrado al Padre de los Maestros que es mucho más cómodo subir en su litera hasta lo alto de esta mesa, donde podrá conversar con el Gentleman-Montaña horas enteras. También resulta mejor para usted que obligarle á permanecer encogido en un patio, sin atreverse á hacer el más leve movimiento por miedo á irrogar perjuicios costosos. Gillespie aceptó con gusto la visita.
Un pelotón de jinetes marchará delante para que se alejen los curiosos, si es que verdaderamente queda alguno. Además van con ellos numerosos trompeteros, que anunciarán ruidosamente el paso de usted para evitar accidentes. Cuando se sienta cansado, puede hacer una seña á la escolta y volverse á casa. Usted sabe el camino. El Gentleman-Montaña se extrañó de estas palabras.
Pero el Gentleman-Montaña no alcanzaba á comprender en virtud de qué razones debía imitar al otro, solamente porque se parecían, como una persona se asemeja á un retrato suyo en miniatura. Como el joven americano deseaba prolongar su vida, agitó brazos y piernas, no sabiendo en realidad si el abismo seguía absorbiéndolo ó si lograba remontarse poco á poco hacia la superficie.
Adivinaba en él á un enemigo del Gentleman-Montaña. Bastaría que el gobierno decidiese el indulto de Edwin para que Gurdilo aconsejase su muerte, como si de esto dependiese la felicidad nacional. Además, el diario que pedía la supresión del Hombre-Montaña había ya reproducido en una de sus ediciones ciertas palabras inquietantes del temible jefe de la oposición.
Es un retrato exacto de Ra-Ra, ese loco peligroso, nieto de aquel asesino de las guerras antiguas que se creía un grande hombre. No es una semejanza que haga simpático á su Gentleman-Montaña. Y después de decir esto se metió en su litera, satisfecho de la confusión y la alarma en que dejaba al buen profesor.
Palabra del Dia
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