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Actualizado: 25 de septiembre de 2025


Allí podemos admirarla cuando cruza en carretela bajo las célebres alamedas del Salón y de la Bomba, entre perpetuos verjeles; ó cuando echa pie á tierra y luce su garbo y su elegancia por la alegre Carrera de Genil, frente á la cual sonríen embelesadas las eternas nieves de la vecina Sierra, que parece toca uno con la mano; ó bien la encontramos asomada, como una flor más, á un balcón natural de rosas y alelíes, en aquellos cármenes escalonados por las laderas de todas las colinas, desde cuyas alturas corren, triscan y saltan mil arroyos bullidores, como otros tantos duendes que minan los cerros, las calles y las casas de la ciudad, creando pensiles en todas partes.

Pero, cuando ocurre lo uno ó lo otro, la noble hija del Genil se viste, se prende, se presenta, valsa, polka, habla y escucha con tanto gusto, distinción y gallardía, como aquella ilustre y bella Granadina que se sentaba, hace tres años, en el que entonces era el primer trono de Europa, hoy arrumbado sillón sin empleo.

El dia va falleciendo, en fúlgidos resplandores se va el ocaso encendiendo, y ya las sombras mayores de los montes van cayendo. Sobre la cumbre nevada del Veleta, sonrosada por el rojo sol poniente, alza la luna la frente por nubecillas velada. Por el ameno pensil del soto corre el Genil entre floridas riberas, y las gallardas palmeras, y la alameda gentil,

Junto a Granada, sobre el Genil, decíale, tenía una casa toda blanca como su cuerpo, con una puertecita roja para él, sólo para él; y reía con una risa servil, lasciva, y cuasi llorosa. Cierta vez, al acompañarle hasta la ventana, Gulinar, la vieja morisca, le manifestó que una genia, surgida del agua de la alberca, le había revelado lo que pasaba por él.

A la izquierda del Guadajoz, entre este rio y el Genil, tenemos el gran teatro de muchas proezas consumadas en la secular contienda de España contra el islamismo y en sus deplorables guerras civiles, y los señoríos de los mas ilustres guerreros cordobeses.

Los campos de Córdoba y su tierra estan repartidos en Sierra y Campiña, teniendo por término divisorio entre unos y otros el rio Guadalquivir, que atraviesa diagonalmente la provincia de N-E. á S-O., bajando por cerca de Aldea del Rio hácia Palma, donde se le incorpora el Genil. La Sierra y sus poblaciones quedan á la derecha de su corriente, á la izquierda los pueblos de la Campiña.

Sólo ella estaba allí como en un destierro. «Pero ¡ay! era una desterrada que no tenía patria a donde volver, ni por la cual suspirar. Había vivido en Granada, en Zaragoza, en Granada otra vez, y en Valladolid; don Víctor siempre con ella; ¿qué había dejado ni a orillas del Ebro, el río del Trovador, ni a orillas del Genil y el Darro? Nada; a lo más, algún conato de aventura ridícula.

Tiempo ha que es brillante indicio de la actividad intelectual en la provincia de Córdoba la producción poética de Manuel Reina, natural de Puente Genil, donde de ordinario reside, aunque imprima en Madrid sus libros.

Palabra del Dia

passaro

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