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Actualizado: 8 de junio de 2025


Desde entonces ya no bramó el tigre; acercábase a saltos, y en un abrir y cerrar de ojos sus poderosas manos estaban apoyándose a dos varas del suelo sobre el delgado tronco, al que comunicaban un temblor convulsivo que iba a obrar sobre los nervios del mal seguro gaucho.

Indudablemente, sin ninguna intención y sin oculto propósito, sin descubrir ni reconocer ella como causa de su cambio la impresión que Juan Maury le había hecho, y creyéndose impulsada por las amonestaciones y piadosos discursos del Padre García, no sólo había despedido a Arturito, sino que también se propuso no volver a recibir al gaucho y romper para siempre con él, aunque bien notaba, con cierto sentimiento entre lisonjero y penoso, que la segunda venida del gaucho a Río había sido por ella.

240 Si uno aguanta, es gaucho bruto; si no aguanta es gaucho malo. ¡Dele azote, dele palo, porque es lo que él necesita! De todo el que nació gaucho ésta es la suerte maldita. 241 Vamos suerte, vamos juntos dende que juntos nacimos; y ya que juntos vivimos sin podernos dividir- yo abriré con mi cuchillo el camino pa seguir IX Matreriando. La lucha con la partida.

45 Y al punto dese por muerto si el alcalde lo bolea, pues ahí nomás se le apea con una felpa de palos; Y después dicen que es malo el gaucho si los pelea. 46 Y el lomo le hinchan a golpes, y le rompen la cabeza, y luego con ligereza, ansí lastimao y todo, lo amarran codo a codo y pa el cepo lo enderiezan.

Todas las noches le esperó en el camino, entre el café y su alojamiento, deslizándose luego en éste, á pesar de que el gaucho se apresuraba á cerrar la puerta, dándose con ella en los talones. ¡Imposible librarse de su presencia y de la de aquel niño, cuya cara de muerto seguía espantándole á través de sus párpados cerrados!...

Ante la puerta del establecimiento se detuvo para mirar á su interior. Por ser ya la hora de la cena, el público había menguado. Los más de los parroquianos estaban en sus viviendas, sentados á la mesa, y solamente una hora después volverían á agolparse junto al mostrador. Un gaucho viejo tocaba la guitarra mirando la panza de un cocodrilo de los que pendían del techo. Los tres huéspedes de Manos Duras escuchaban atentamente.

Todos en el país conocían la situación del llamado «rancho de Manos Duras»; pero pocos iban á él, por ser lugar de mala fama. Algunas veces, los que pasaban con cierta inquietud por sus inmediaciones sólo conseguían tranquilizarse al notar su soledad. No ladraban ni salían al camino los perros de hirsuto pelaje, ojos sangrientos y agudos colmillos acompañantes del gaucho.

El gaucho levantó los hombros y contestó con frialdad, como si quisiera dar fin á este diálogo: ¡Me han atribuido tantos crímenes, sin poder probarme ninguno!... Continuó el baile en el «Almacén del Gallego» hasta las diez de la noche. En un país donde todos se levantaban con el alba, equivalía esta hora á las de la madrugada, en que terminan las fiestas de las grandes ciudades.

Pepa Frías, que estaba entre Pepe Castro y Jiménez Arbós, le dijo al primero por lo bajo: ¿Qué le parece a usted de la jeta del marido de Lola? ¿verdad que para gaucho no es del todo mala? Castro sonrió con la superioridad que le caracterizaba. , debió de haber lazado muchas vacas en la pampa. Hasta que al fin una vaca le lazó a él. Pero no fué en la pampa.

Así, cuando la tormenta pasa, el gaucho se queda triste, pensativo, serio, y la sucesión de luz y tinieblas se continúa en su imaginación, del mismo modo que cuando miramos fijamente el sol nos queda por largo tiempo su disco en la retina.

Palabra del Dia

rigoleto

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