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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Llamábanla a ella desde niña la Pitusa, porque fue muy raquítica y encanijada hasta los doce años; pero de repente dio un gran estirón y se hizo mujer de talla y de garbo. Sus padres se murieron cuando ella tenía doce años... Oía estas cosas Maximiliano con mucho placer. Pero con todo, mandábala que fuese al grano, a las cosas graves, como lo referente al hijo que había tenido.
Saludaron a la presidenta y arrojaron con garbo las capas de gala a los amigos, cambiándolas por las de uso. De todos los tendidos se oían voces saludando a los lidiadores: éstos cambiaban gritos y saludos con los espectadores, y sostenían conversación con ellos en alta voz. Hasta aquí todo marchaba perfectamente.
»¡Qué feliz sería aquel Magistral, anegado en luz de alegría virtuosa, llena el alma de pájaros que le cantaban como coros de ángeles dentro del corazón! Así él tenía aquella sonrisa eterna, y se paseaba con tanto garbo por el Espolón en medio de perezosos del alma, de espíritus pequeños y... vetustenses. ¡Y qué color de salud!
Rosa estaba entre ellas, moviéndose con más ligereza y garbo que ninguna, luciendo su talle flexible, que aprisionaba un pañuelo de Manila, regalo de su señor tío el americano D. Jaime, y adornada la cabeza con otro colorado de seda, por debajo del cual asomaban los rizos de su negro cabello. Un collar de gruesos corales le ceñía la garganta, y pendientes largos de perlas colgaban de sus orejas.
Oyóla muy bien Diógenes, y liándose al cuerpo el waterproof, con el garbo del torero que se ciñe la capa para hacer con la cuadrilla el saludo al presidente, quiso hacer una pirueta; un ligero vahído se la cortó, sin embargo.
Fuera de esto, era un muchacho encantador; y en caso de duda, bastaba con preguntarlo a su mamá. ¿Quién llevaba con más garbo que él el gabán sin costuras, ancho y deforme como un saco? ¿Quién, en verano, iba más mono con el trajecito de franela y la marinera de paja? ¿Quién daba mejor sombrerazo rígido, moviendo al mismo tiempo la cabeza y levantando un pie?
Vaya, vaya, no se me ponga regañón y coma con garbo... si es que sabe... que estoy viendo que no... Pero ¡criatura! ¿Qué hace usted ahí echando bocados a ese trozo de mero sin quitarle las espinas?... ¿No ve usted que se le puede clavar una en la garganta?... Deme usted acá y se la arrebató al mismo tiempo de las manos.
Mientras que la Francesa aventurera hace conocer su artificio y esconde bajo la gorra su cabeza de cabellos pobres, la Española ostenta con garbo su rica mantilla, bate con maestría singular el inolvidable abanico, marcha con gracia y donaire pero sin esforzarse en la coqueteria, y arrebata con su tez suavemente morena, sus grandes y negros ojos, su rica dentadura y su ampulosa cabellera recogida en un elegante peinado ó en hermosas trenzas.
Su traje databa de antes de la guerra, pero era rico y la duquesa lo llevaba con el mismo garbo que en sus tiempos de opulencia. El largo collar de perlas adquiría un aspecto de autenticidad sobre su persona, así como los demás adornos. Se adivinaba en ella un arreglo extraordinario con motivo de su visita al club.
¿Por qué no hemos de acordarnos?... Y bien que lo hacías tú, gachona; bien ajustadito, aunque te hacía falta un poco de garbo. Calle, calle, hermana, que ya no nos corresponde hablar así. Por la regla del instituto no podían tutearse las hermanas aunque fueran próximas parientas. La hermana María de la Luz no olvidaba jamás este precepto; pero su prima lo infringía a cada instante.
Palabra del Dia
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