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Actualizado: 16 de junio de 2025
Yo me atengo al refrán que dice ó corte ó cortijo; y ya que me fugo de París y de Madrid, no quiero ciudad de provincia, sino aldea. En la gran casa de los Mendoza bermejinos voy á estar como garbanzo en olla; pero se llenarán algunos cuartos con la multitud de libros que voy á llevar. Vamos á tener una vida envidiable; y digo vamos, porque supongo y espero que V. me hará compañía á menudo.
Almorzaba en casa de Santa Cruz o de Villuendas o de Arnaiz, y si Barbarita no tenía nada que mandarle, emprendía su tarea para defender el garbanzo, pues siempre hacía el papel de que trabajaba como un negro. Su afectada ocupación en tal época era el corretaje de dependientes, y fingía que los colocaba mediante un estipendio.
El vocabulario de un niño de tres años, como Celinina, constituye el verdadero tesoro literario de las familias. ¿Cómo había de olvidar la madre aquella lengüecita de trapo, que llamaba al sombrero tumeyo y al garbanzo babancho?
Ver partir a doña Jacinta era quedarse Adoración sin alma, y Severiana tenía que ponerse seria para hacerla entrar en razón. Aquel día le llevó la dama unas botitas muy lindas, y prometió llevarle otras prendas, pendientes y una sortija con un diamante fino del tamaño de un garbanzo; más grande todavía, del tamaño de una avellana.
En nuestra época nos dolemos más de este mal, porque la aspiración y el conocimiento del bien contrario están más difundidos, no porque el mal sea nuevo. De atrás le viene el pico al garbanzo, como dice el refrán.
Con este pergenio y la expresión sentimental y dulce de su rostro, todavía bien compuesto de líneas, parecía una Santa Rita de Casia que andaba por el mundo en penitencia. Faltábanle sólo el crucifijo y la llaga en la frente, si bien podría creerse que hacía las veces de esta el lobanillo del tamaño de un garbanzo, redondo, cárdeno, situado como a media pulgada más arriba del entrecejo.
Se llama Luís, tiene 26 años, es rubio, alto, delgado, viste á la francesa, come á la francesa, piensa á la francesa, y no es francés porque su madre tuvo la debilidad de aligerar su carga en cierto lugarejo del prosáico garbanzo y de la judía, que Luís jamás nombra porque cree es poco francés.
Comieron una comida eterna, sin principio ni fin. Trujeron caldo en unas escudillas de madera, tan claro, que en comer una de ellas peligrara Narciso más que en la fuente. Noté con la ansia que los macilentos dedos se echaban a nado tras un garbanzo huérfano y solo que estaba en el suelo.
Ahora le veía como nuevo y superaba en mucho a sus sueños e imaginaciones; era más guapo, más sonrosado, más alegre y más gordo. El Marquesito vestía aquella tarde un traje de alpaca fina, de color de garbanzo, chaleco del mismo color de piqué y calzaba unas babuchas de verano que Edelmira consideraba el colmo de la elegancia, aunque parecía cosa de turcos.
Luego echan las mismas suertes para ir en romería a Santa María de Loreto, «en la Marca de Ancona, tierra del Papa», y como le toca a un simple proel, Colón le promete ayudarle con sus dineros para el viaje. La borrasca va en aumento; al día siguiente vuelven a echar suertes para velar toda la noche en Santa Clara de Moguer, y otra vez designa el garbanzo al Almirante.
Palabra del Dia
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