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Actualizado: 27 de junio de 2025
¡Ah!... ¡re-sangre! si digo que voy a echar al gato esa lengüecita... dijo Tablas abalanzando sus pesadas manos hacia la cara de la Pimentosa. Quita allá esas aspas de molino replicó ella rechazando con extraordinaria energía las manos de su hombre. Maldita sea la hora.... Bramando así con insensata ira, Tablas hizo un gesto, o instantáneamente enganchó en su garra el moño negro de la giganta.
Si es todo un caballero formal declaró la señorita dándole un beso en su cara sucia que aún olía a la endiablada pintura . ¿Cómo estás hoy tan serio y ayer te reías tanto y me enseñabas tu lengüecita? Estas palabras rompieron el sello a la seriedad de Juanín, porque lo mismo fue oírlas que desplegar su boca en una sonrisa angelical.
Extraía del fondo del cajón la diminuta fiera, que estiraba su cuerpo ondulante como el de un reptil y arañaba con sus patas los duros dedos del cazador. El Mosco se llevaba a la boca el hocico bigotudo, de agudos dientes, envolviéndolo en su aliento, mientras la bicha acariciábale los labios sacando su lengüecita con mohines felinos.
El verlas plegadas y frías hace temblar... Un gran corzo, magnífico y tranquilo, parecía dormir, con su lengüecita sonrosada fuera de la boca, cual si aun fuese a lamer. Y también estaban allí los cazadores, inclinados sobre aquella carnicería, contando y tirando hacia sus morrales de las patas ensangrentadas y de las alas rotas, con menosprecio de todas esas heridas recientes.
El vocabulario de un niño de tres años, como Celinina, constituye el verdadero tesoro literario de las familias. ¿Cómo había de olvidar la madre aquella lengüecita de trapo, que llamaba al sombrero tumeyo y al garbanzo babancho?
Palabra del Dia
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