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Nosotros manifestó Isidora ahogada por la pena y el despecho no somos dignos... Vete, vete pronto. Te esperan. Ya han sacado la sopa de almendras. ¡Ay, chiquilla! ¡Cuánto más me gustan tus bellotas!... Pero no llores. De buena gana te acompañaría... Pero es tan tiránica la sociedad... Vete, vete... Mi hermano y yo cenamos solos. Ya ves... Estamos tan contentos... Mejor es así.

Por más que me digan, don Pedro, yo no puedo creer que usted tenga gana de matar a don Rudesindo... Un vecino... que ha sido su amigo hasta hace poco... con quien se ha criado y ha ido a la escuela... No... yo gana... ninguna murmuró don Pedro, siempre con la cabeza sobre el tajo. ¡Velo usted ahí! exclamó don Feliciano dando una gran palmada. ¡Lo que yo decía!

Sin embargo añadió la Fontane reprimiendo una fuerte gana de reír, estamos aquí cuatro representantes del celibato, sin contar la quinta dijo echando una mirada a Genoveva, y no veo lo que tenemos de reprensible. Eso depende de los motivos que han ocasionado en cada una el celibato. Los hay que yo admito y otros que no terminó la abuela, ya descontenta al ver que iba yo a caer en mi tema favorito.

Como quiera que ello sea, yo no me atrevo aún a decirle que no me da la gana de ir al redil y que fuera de él, y sin pastora ni nada, ya cuidaré que no me coma el lobo. Lo mejor, por lo pronto, es callarme y aguantar sus majaderías.

De aquí resultaba mucho de: «¿Qué has de ser ? Más que . lo serás de lengua. Esa es la que á ti te sobra. Pues á nunca me han perseguido por revoltoso. Justo, porque en ti es de familia ser un mátalas-callando. ¡Al orden! No me da la gana», etc., etc.

De buena gana le habría dado un palo. ¿Cómo había de hacerse cargo aquel vagabundo de la razón con que la infeliz mujer se quejaba de su suerte? ¿Quién, sino ella, comprendería el desamparo de su señora, de su amiga, de su hermana, y la noche de ansiedad que pasaría, ignorante de lo que pasaba?

De buena gana hubiera dado el brazo a Cecilia; pero ella ofreció el suyo a su esposo, y sólo quedaba la Vizcondesa. ¡Valiente compensación!... Me vi obligado a hablar de literatura y a enterarme de que la señora componía una nueva novela que deseaba leerme tan pronto como estuviese terminada. ¡A , que viajaba para divertirme!

Lo mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes; mas el cura no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos.

Y yo no juí ayer, don Fermín; farté como he fartao otros días: porque no me da la gana de levantarme temprano los domingos, porque en la noche del sábado me gusta tomarla con los compañeros. ¿Pa qué trabaja uno, sino pa tené un rato de alegría?... Además; él era dueño de sus domingos. El amo le pagaba por su trabajo; él trabajaba y no había por qué cercenarle su día de descanso.

Se vio con él en la salita apartada del Museo, bajo el cuadro de la maja provocativa, y después de la intimidad de las citas que de tan mala gana les proporcionara Charito.