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La única cosa buena que ha hecho en su vida la tal viuda es concertarse con Satanás para enviar pronto al infierno a su galopín de marido y librar la tierra de tanta infección y de tanta peste. Ahora le ha dado a Pepita por la virtud y por la castidad. ¡Bueno estará todo ello! Sabe Dios si estará enredada de ocultis con algún gañán, y burlándose del mundo como si fuese la reina Artemisa.

Lejos de ser un monstruo horrendo, si bien con toda la majestad de quien estuvo cerca de Dios, y con toda la soberbia de quien aspiró a vencerle; lejos de ser un revolucionario titánico casi un anti-Dios como el Satán de Milton, apenas es malo de veras. Es un tuno, un galopin, un bufonzuelo y poco más. El Padre Eterno confiesa que no le odia, que le tolera y hasta que se divierte con él.

Yo tengo muchísima gana de conocer a la condesa viuda que va a ser mi suegra; tengo también muchísima gana de brindar con Champagne en punto de las doce, en compañía del general y de sus tertulianos; y como Narcisito no es un galopín, sino un caballero, y no ha de querer empañar en lo más mínimo el espejo en que su honra se mire, me parece que bien puedo irme con él sin menoscabar mi decoro.

Cuando estés libre, sube á las cocinas; pregunta por el galopín Aldaba, y dile de mi parte que te lleve á casa de la señora María, la mujer del escudero Melchor... no te olvides. No me olvidaré. Allí tienes preparado y pagado el hospedaje. Es lo último que tengo que decirte. Conque vamos, hijo, vamos.

Muchas gracias, señor; pero ahora pido á vuecencia que se deshaga lo hecho. ¡Cómo! Que sin ruido, y sin que nadie pueda saber que han estado presos, suelten á mi mujer, á mi hija, al galopín y al paje. ¿Pero estáis loco, Montiño? ¿No os ha deshonrado vuestra mujer? ¡No señor! ¿No os ha robado? ¡No, señor! y ruego encarecidamente á vuecencia... Sentáos y escribid vos mismo. El cocinero se sentó.

¡Cómo á una perdida! exclamó Montiño, que se estremeció, porque veía una nueva complicación. ... yo no había querido decirte nada, pero además del galopín Cosme Aldaba ha estado aquí una mujer. ¡Una mujer! ¡Buscándote! ¡Eso es mentira! ¡La querida del duque de Lerma! Montiño puso asustado su mano sobre la boca de su mujer.

Descuida, hombre, descuida. Y avísame, para que yo avise á la señora Luisa. Te avisaré. Adiós. Adiós. Y el paje se volvió á la antecámara, y el galopín á las cocinas. Don Juan Téllez Girón había salido feliz, enloquecido de amor del alcázar, transformado, gozando de una nueva vida.

Después pasó una mujer pequeña y enflaquecida, una pobre obrera de las que habitan en la otra orilla del río. Cansada del trabajo, sostenía en un brazo la pesada cesta y un chicuelo mofletudo que se agitaba con nerviosa alegría, mientras tiraba con la otra mano de un galopín de cinco años que se obstinaba en no andar por habérsele desatado el zapato.

Aquí la ha pasado, quiero decir, aquí ha pasado la madrugada, porque el galopín Aldaba le trajo á las tres. ¡Ah! ¿conque ha salido á las tres de palacio mi sobrino? ¡De palacio! ¿He dicho de palacio?... eso es... ¿habrá estado en casa?... , cierto... En vuestra casa mientras vos habéis estado fuera, no ha estado nadie más que la justicia... , ; ya me ha dicho mi mujer...

Apenas había dejado el cocinero mayor las escaleras, cuando el galopín Cosme Aldaba se quitó el mandil y el gorro, y bajó á las galerías del alcázar, dirigiéndose á la antecámara de pajes del cuarto de la reina, á cuya puerta se paró. A poco un paje talludo, rubicundo, de mirada aviesa, salió.