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Por nuestro cariño, hermano, déjame: no me hables más de esto. Esas malas doctrinas te han envenenado el alma: no sólo has dejado de creer en Dios, sino que tampoco crees ya en el honor. ¿Y qué es eso? dijo Gabriel, enardeciéndose . mismo no lo sabes. «El honor es el honorPues bien, los hijos son los hijos.

A Margarita Terongí, Doncella, hija de Rafael José Terongí, alias Felós. El Doctor Francisco Pou, Presbítero &c. El P. Fray Antonio Llenzor, Franciscano &c. El Padre Fray Juan Gazá, Franciscano &c. A Beatríz Cortés, mujer de Melchor José Forteza, alias Menjús. El Doctor Antonio Pastor, Rector de Porreras &c. El P. Gabriel Ferragut, de la Compañía de JESUS. El Padre Fr.

Cuando la voz de la de Leiva, lleno de recelo, aunque sin arredrarme, dije para : Ahora va a ser la tuya, Gabriel. La marquesa te conocerá, con lo cual, hijo, has hecho tu suerte. Entré, sin embargo, resueltamente. De modo decía la marquesa que un inglés se puede burlar impunemente de toda España...

Entraron en la casa de los Luna, que era de las mejores de las Claverías. Junto a la puerta, dos hileras de macetas en forma de relojera, clavadas al muro, dejaban pender las cabelleras verdes de sus plantas. Dentro, en la sala que servía de recibimiento, Gabriel lo encontró todo lo mismo que en vida de sus padres.

Después de cenar parcamente, Gabriel abrió un libro que llevaba en la cesta y púsose a leer a la luz de su linterna. De vez en cuando levantaba la cabeza, distraído por el revoloteo y los gritos de los pajarracos nocturnos, atraídos por el resplandor extraordinario del bosque de cirios. Transcurría el tiempo lentamente.

Gabriel aspiraba con delicia el aire de la vía pública.

Yo la he visto llorar, lectora; ¿la viste también?... Y si tuviste esa fortuna, ¿no es cierto que en ella el llanto, más que una ficción, parece un recuerdo? Acerca de todo esto, un excelso poeta, Gabriel D'Annunzio, podría referirnos una historia bien triste.

Cuando Gabriel abandonaba el lecho al salir el sol, después de una noche de penosa tos, encontraba ya en la salita de entrada a Sagrario preparando la máquina para la diaria labor.

Hablaba la señora Tomasa con voz conmovida. Después, Gabriel, ya sabes lo que ocurrió aquí. Se murió tu pobre cuñada, no sabemos de qué. Fue cosa de pocos días; tal vez de vergüenza, pues murió diciendo que ella era la culpable de todo. La partía el corazón ver cómo había quedado tu hermano después del suceso.

Vámonos dijo Gabriel . Ese Mariano podía habernos avisado, para evitar la sorpresa. Y añadió, sonriendo irónicamente: Siempre lo mismo. Los parásitos son los que más brillan y más ruido meten. Lo que no pueden prestar en utilidad lo dan en estruendo. Llegó la festividad del Corpus sin que el menor incidente alterase la vida tranquila de la catedral.