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Actualizado: 25 de junio de 2025
Decidida ya á poner término á sus desdichas, precipitándose desde un peñasco, sobrevienen unos piratas y la cautivan. El capitán Arnaut Manú, enamorado de su belleza, se casa con ella, contando con su pleno consentimiento, puesto que las pasiones más furiosas desgarran su corazón.
Las olas se estrellaban furiosas en tales obstáculos con fragor tremendo, reventando en espumas, alejándose y volviendo furiosamente a la carga. ¡Atención al paso, Van-Horn! gritó el Capitán, que se había puesto pálido. ¿Hay escolleras delante? preguntó el piloto con la voz ligeramente alterada. No. Confiemos en que se podrá pasar.
Las olas están constantemente furiosas, y aparte el riesgo que se corre es largo y difícil el trayecto, porque las embarcaciones anclan á bastante distancia de la ciudad. El viajero que no sea comerciante, dará una prueba de muy buen gusto no visitando la citada ciudad de Pernambuco, donde fuera de su comercio de algodon y café, no encontrará mas que una absoluta falta de limpieza.
Y mientras llevaban a cabo este retoque criminal, eran las exploraciones sin término, las rebuscas furiosas sobre el mármol del tocador, al través del bosque de frascos y cajas, persiguiendo objetos que aturdidamente tocaban sin reconocerlos. ¿Dónde estaba el polvo rosa? ¿Y el paño de Venus? ¡Adiós! ¡ya no quedaba una gota de «piel de España»! La mamá, con la manía de embellecerse que la había acometido a última hora, era una calamidad para las niñas.
Púsose verde la Píntiga, y llevó la mano, sin saber lo que hacía, al cuchillo semicircular: pero de todos los rincones del taller se alzaron risas provocativas, y hubo de devorar el ultraje, so pena de ser despedazada por un millar de furiosas uñas. En mucho tiempo no se atrevió a volver a la Fábrica, donde la corrían. Primera hazaña de la Tribuna
Una vieja, apoyada en una joven, cojea devotamente; la joven camina con los ojos bajos, tímida y avergonzada de pasar delante de tantos observadores; la vieja levanta la falda color de café, de las Hermanas de Sta. Rita, para enseñar unos piés gorditos y unas medias blancas, riñe á su compañera y lanza miradas furiosas á los curiosos. ¡Saragates! gruñe, no les mires, ¡baja los ojos!
Al saber esto me entró una desesperación profunda. Intenté marcharme del barco; pero el capitán notó algo en mí, y no me lo permitió. Tenía que zarpar la fragata, y hubo que seguir adelante. Los seis meses de viaje a Filipinas los pasé desesperado. Mi cólera y mi rabia llegaban a ponerme como enloquecido, y una porción de ideas furiosas me venían a la imaginación.
Llegó Tòni, pegando su cara al redondel para recibir las quejas furiosas de su capitán. «¿Por qué le habían dejado solo con aquella mujer?... Debían sacarla del buque inmediatamente, aunque fuese á viva fuerza... El lo mandaba.» El piloto se alejó con aire azorado, rascándose la barba lo mismo que si acabase de recibir una orden de difícil ejecución.
Amparo pensaba que, por ser la más pequeña y la más débil, tenía que contentarse con el sobrante de la otra, y Concha retocaba su moño nerviosamente, murmuraba y daba furiosas pataditas, mirando de soslayo, sin poder copiar el perfil gracioso del peinado de aquella muñeca. Por fin llegó el momento en que volvieron a su cuarto para ponerse los vestidos más bonitos.
Cada vez más furioso, y tirándose de los pelos y revolviéndose en el asiento, Puig comenzó a desahogarse en catalán, lo que fue una gran fortuna, pues no lo entendíamos. Sólo por la entonación y por las furiosas miradas que alguna vez nos dirigía, sabíamos que nos estaba poniendo como trapos. En esto íbamos llegando ya a la estación de Arjonilla.
Palabra del Dia
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