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Actualizado: 3 de junio de 2025
Me parece haberle oído decir a Poenco que usted anda a caza de esa Mariquilla, que no de las Nieves, sino de los Fuegos debería llamarse. A usted le han dicho que yo... pues, diré como Poenco... «cétera, cétera». Amigo mío, cierto es que me gustaba esa muchacha; pero basta que un camaraíya haya puesto los ojos en ella para que yo no intente seguir adelante.
Dos mil hombres apagaron fuegos aquel día, entre ellos nuestro comandante Ezguerra, y Emparán el del otro barco. Válgame Dios dijo Doña Francisca . Aunque bien empleado les está, por andarse en esos juegos. Si se estuvieran quietecitos en sus casas como Dios manda... Pues la causa de este desastre dijo Don Alonso, que gustaba de interesar a su mujer en tan dramáticos sucesos , fue la siguiente.
Se tomó el pulso, se miró las manos; no veía bien los dedos, el pulso latía con violencia, en los párpados le estallaban estrellitas, como chispas de fuegos artificiales, sí, sí, estaba mala, iba a darle el ataque; había que llamar; cogió el cordón de la campanilla, llamó. Pasaron dos minutos. ¿No oían?... Nada. Volvió a empuñar el cordón... llamó. Oyó pasos precipitados.
Entre esos fuegos blancos y fijos, se destacaba sobre el escollo central la claridad rojiza de Cordouan que, cada minuto, indica el paso. Por un esfuerzo desesperado logró pasar la embarcación, pero fué todo. El viento, las olas, la corriente, la asaltaron en Saint-Palais: la benéfica trinidad de los tres fuegos reflejaba en aquel sitio.
La misma imaginación, a quien el maestro había puesto que no había por donde cogerla, fue la que le encendió fuegos de entusiasmo en su alma, infundiéndole el orgullo de ser otra mujer distinta de lo que era. «Pues sí, pues sí... quiero entrar en las Micaelas» afirmó con arranque.
Pero, ¿qué ocurre? he aquí un ruido extraño y un tumulto inusitado. Dos sombras han pasado veloces, dos hombres han corrido, dos fuegos de cigarro se han aproximado uno a otro; se han oído dos voces exaltadas y el estruendo de una rápida querella. Los paseantes se han amontonado en un punto; mas no han encontrado a nadie.
Nuestros destacamentos habían divisado las columnas avanzadas del general Vedel, que venía de Guarromán en auxilio de Dupont, y, a poca distancia ya, un cañonazo nos anunció la presencia de un nuevo enemigo. ¡Ay! ¡Si Vedel hubiese llegado un momento antes, poniéndonos entre dos fuegos!
A la izquierda se elevaba una altísima montaña ideal que lo dominaba enteramente, y sobre ella se veía un caballero que guardaba cierto parecido lejano con don Rosendo, dirigiendo los fuegos de una inmensa linterna sobre la villa. Cerca de él percibíanse las cabezas de otros cuantos personajes.
Pero como la inspiración de Terpsícore ardía en sus corazones, tomaron el acuerdo de trasladarse al salón y allí continuaron rindiéndole culto, libre la conciencia de aquel horrible peso que Cobo les había echado. La fiesta nocturna no dejó de ser grata. Hubo muy lindos fuegos de artificio traídos de Madrid.
Pues es indispensable. Ya lo veo; pero no lo tengo. Mis pasiones son fuegos fatuos; he tenido más de diez mujeres medio rendidas... y muy pocas, tal vez ninguna puedo decir que haya sido mía, lo que se llama mía.... Sin ir más lejos....
Palabra del Dia
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