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Pero ¿cómo se llamaría aquel amigo al que hablaba de ?... Se rascó la cabeza, frunciendo las cejas con expresión reflexiva; pero su indecisión fue corta. Oye, : ¿cómo es tu grasia? Perdona... ya ves, ¡con tanta gente!... El joven ahogó bajo una sonrisa de aprobación su desencanto al verse olvidado del maestro y dio su nombre.

Ahora añadía á sus triunfos corporales cierto prestigio de hombre de ciencia, dedicándose á la aviación, volando casi todas las semanas, y frunciendo el ceño con aire misterioso cuando alguien hablaba en su presencia de problemas de mecánica.

Se había levantado de la silla, y en el colmo del furor pegaba allá en un rincón patadas horrendas en el suelo. ¡Contra! ¡recontra! ¡me c... en diez!... ¡Por esa cochina!... ¡por esa sinvergüenza!... ¡por esa metebaza!... ¡Chis! ¡chis!... ¡Silencio, niño! dijo D. Bernardo, frunciendo aún más la frente, lo cual, en verdad, parecía imposible.

Y hoy, sin saber por qué, vuelvo a soñarlo otra vez... Pero no añadió con voz profunda al cabo de una pausa, frunciendo fuertemente su frente pálida, mejor sería que la barca me llevase a alguna gruta oscura entre peñascos inaccesibles y me volcase allí y me sepultase en sus aguas negras, para que nunca más se volviese a saber de ... Así concluiría de una vez de padecer...

Sin decir una palabra, los dos hermanos se abrazan tiernamente. Después, al cabo de un momento, Martín toma entre sus manos la cabeza del hijo pródigo; y, frunciendo las cejas con aire sombrío, mordiéndose el labio inferior, por largo tiempo clava en silencio sus miradas en los ojos brillantes y alegres del hermano.

Además, él tenía amigos en la misma frontera, que les ayudarían en caso de peligro para que pudiesen llegar los dos á Barcelona, y una vez en este puerto era fácil encontrar pasaje para la América del Sur. Elena le escuchó frunciendo su entrecejo y moviendo la cabeza.

El pintor da cabo á su tarea, coge su cuadro, lo lleva al convento, se enteran los frailes, y se reune la comunidad. Murillo les presenta su pintura; los críticos se acercan, examinan, miran con más cuidado, se contemplan unos á otros frunciendo el entrecejo, y dicen al pintor: «vuestra merced perdone; no es eso lo que hemos encargado; vuestra ASUNCION no hace al convento

¡El y yo! ¿y no adivináis quién ha podido alcanzar esa gracia del rey? Indudablemente ha sido el duque de Lerma. ¡El duque de Lerma! dijo Quevedo frunciendo el entrecejo y poniéndose pálido ; el duque de Lerma no hace nada de balde.

Bregaba jadeante y frunciendo el ceño con la angostura del corsé, que se resistía a encerrarla en su molde. Siempre ocurría lo mismo: su cuerpo, después de los supremos espasmos, parecía dilatarse en el reposo de la más noble de las fatigas.

¡Locuras! ¡Bah! Sería tiempo que acabaran las vuestras. Quisiera convenceros, señor, de que es preciso realmente ponerles término dijo el squire frunciendo las cejas y lanzándole a su hijo una mirada irritada . Vuestras proezas no son tales que me permiten conseguir dinero.