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Actualizado: 28 de junio de 2025


El pobre Ángel tenía la cabeza hecha un laberinto de fuego y de visiones diabólicas; pero entre todo y sobre todo lo que se revolvía y abrasaba, alzábase flotante y como la esperanza de un celestial consuelo, la imagen de Luz; de Luz, que no estaba, que no podía estar manchada con el fango de aquel lodazal en que había nacido. ¿Qué justicia, qué ley autorizaría la infamia de castigar en un ángel las culpas de una mujer pecadora!

Era el demiurgo del pequeño mundo flotante; disponía á su antojo de la alegría y del amor.

El cuadrado sombrero y el flotante paleto, que parecía una sotana, fueron remontando lentamente la escalera, con acompañamientos de golpes de bastón en cada peldaño. ¡Buenos días, tío...! Viose por fin desde el rellano la cara de don Juan, animada por su falsa risita, que recordaba la de los conejos. Iba de gran gala.

Sacudía en torno de la frente el manojo de sierpes de su cabellera; dejaba flotante sobre su cuerpo el sutil kimono, que había llevado recogido hasta entonces, como si quisiera replegarse, disminuirse en su marcha silenciosa. ¡... ! dijo al entrar, con risa triunfante . ¡Aquí me tienes!

Su rostro ovalado en donde se veía impreso el sello de una leve y espiritual demacración, sus armoniosas facciones llenas de una suave y melancólica dulzura, su intensa palidez, las purísimas líneas de su contorno esbelto, su ademán reposado y noble, su traje blanco y flotante, me traían á la memoria esas mujeres que yo soñaba cuando casi era un niño. ¡Castas y celestes imágenes, quimérico objeto del vago amor de la adolescencia!

Yo danzaba desnuda, con un velo transparente anudado á mis caderas y otro flotante sobre mi cabeza... Danzaba horas y horas, lo mismo que una sacerdotisa brahmánica ante la imagen del terrible Siva, y Ojo de la mañana seguía mis danzas con sus ondulaciones elegantes... Yo creo en el divino Siva. ¿Usted no conoce á Siva?... Ferragut dió de lado al sombrío dios.

Y salió dejando sola a Bettina; que, según lo prometido, hizo los más sinceros esfuerzos para dormirse, no consiguiéndolo sino a medias. Cayó en un semisueño, en una modorra que la dejó flotante entre el sueño y la realidad. Prometió no pensar en nada, y, sin embargo, pensaba en él, nada más que en él, siempre en él; pero vaga y confusamente. Cuánto tiempo pasó así, no habría sabido decirlo.

Y resultó que envidiaban en secreto la hermosura y la fama de virtuosa de la Regenta no sólo Visitación Olías de Cuervo y Obdulia Fandiño y la baronesa de la Deuda Flotante, sino también la Gobernadora, y la de Páez y la señora de Carraspique y la de Rianzares o sea el Gran Constantino, y las criadas de la Marquesa y toda la aristocracia, y toda la clase media y hasta las mujeres del pueblo... y ¡quién lo dijera! la Marquesa misma, aquella doña Rufina tan liberal que con tanta magnanimidad se absolvía a misma de las ligerezas de la juventud... ¡y otras!

¡Qué contraste entre esa apariencia de la llanura y el aspecto de la montaña, cuando su cumbre está libre de vapores, y podemos contemplarla en lontananza á través de la pesada atmósfera que gravita sobre las tierras bajas! Hermoso es el espectáculo, sobre todo cuando la lluvia ha arrojado al suelo el polvo flotante y el aire está, digámoslo así, rejuvenecido.

Una campanada del reloj del comedor la despertó de aquella somnolencia de fiebre; tembló de frío y a tientas otra vez, el cabello por la espalda, la bata desceñida, y abierta por el pecho, llegó Ana a su tocador; la luz de esperma que se reflejaba en el espejo estaba próxima a extinguirse, se acababa... y Ana se vio como un hermoso fantasma flotante en el fondo obscuro de alcoba que tenía enfrente, en el cristal límpido.

Palabra del Dia

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