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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Saliose Florela, y doña Guiomar fue a sentarse a su tocador, y contemplose al espejo, y hallose, más hermosa que nunca; que el amor hace hermosos aun a los ojos feos, y a los hermosos los sublima, haciendo de ellos un cielo; y un cielo veía en sus ojos doña Guiomar, porque en el amor que en sus ojos hallaba, la parecía como que veía la imagen de aquel por quien el amor acongojaba su alma; y la sucedía que cuanto más se contemplaba, más la parecía ver en sus ojos la fugitiva sombra de su deseo; y a tal llegó su amorosa ilusión, que creyó que no en sus ojos, sino detrás de ella, sobre las rubias trenzas de sus cabellos, aparecía la imagen de su anhelado, mirándola ansioso, copiado por el espejo, y como si detrás de ella hubiese estado de rodillas.
A lo cual respondió Florela suspirando: Cosa es el amor, señora, que no ha menester más que un punto para rendir a su imperio un alma; y tanto más, cuanto más esta alma está anegada en tristezas, y huérfana de dulces afectos. Calla, Florela, dijo doña Guiomar enjugando sus lágrimas, que me parece que alguien viene.
Amparose, pues, de Florela, y la dijo: De todo lo que puede hacerse después de hecho el mal que me obliga a descontentarme de haber nacido, lo mejor que puede hacerse es dejar venir el tiempo; que puede ser que milagrosamente Dios nos abra camino por donde salir podamos a un punto no tan desesperado como en el que ahora nos vemos.
Con vuestro deseo, señora, contestó Florela, que a mí se ha pasado por la mucha lealtad y amor que os tengo. No entiendo yo ese pasamiento y trasiego del deseo de una mujer a otra, ni que por lealtad esto suceda, dijo doña Guiomar.
Reprimiose, sin embargo, doña Guiomar, dominó su corazón, contuvo las lágrimas que a los ojos se la salían, serenose, y dijo a Florela: Y bien mirado, ¿qué es de todo esto lo que a mí me importa?
Callose en diciendo esto doña Guiomar, y quedose tan tranquila y tan conforme en la apariencia, que Florela, aunque no era lerda, se engañó y creyó que a su ama la iba muy poco en la infidelidad de su amante, y alegrose, porque la fiel muchacha amaba grandemente a su señora.
Y no os digo más, que bien creo yo que con lo dicho me habéis comprendido, y a Dios os quedad y en mí pensad, pagándome en buena moneda el pensamiento enamorado y perdurable, que de vos en esta encendida alma vuestra me llevo.» ¡Ay, Florela! dijo la hermosa indiana, que no sé qué piense, ni qué tema, ni qué espere, ni qué haga, ni qué deje de hacer.
Y pluguiera a Dios que así aviniera y que para mí solo fuese la desgracia. ¡Ay, señor mío! dijo Florela, que muerta estoy de espanto; que tal está mi señora, que aunque ello parezca increíble, a mañana no llega; que bien conocéis vos el corazón que tiene, y cuánto y con cuánto amor de vos se ha llenado, y tal es así, que, al quedarse vacío, con la muerte se llenará. Pero sea lo que vos decís.
A tiempo he sido desengañada; de ello me alegro; allá ellos; con su pan se lo coman, que no ha de faltarme a mí marido, y bueno, si alguna vez lo quisiese; y encárgote, Florela, que acerca de esto guardes un grande secreto, o que más bien lo que sabes olvides; esta es la mejor manera de que el secreto se guarde.
En que se contiene una carta de Cervantes para doña Guiomar, y se sabe a lo que Florela se aventuró por servir a su señora.
Palabra del Dia
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