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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Tiago había desaparecido, en su lugar se veía otra, estilo Luis XV; grandes cortinas de terciopelo rojo, bordadas de oro, con las iniciales de los novios y sujetas por guirnaldas de azahar artificiales, pendían de los portiers y barrían el suelo con sus anchos flecos, de oro igualmente.
Las capillas laterales despedían resplandores amarillentos que, como grandes bocanadas de claridad, se confundían en el centro de la nave: de los arcos pendía multitud de arañas con flecos, colgajos y prismas de cristal tallado, en cuyas facetas irisadas se multiplicaba hasta lo infinito el tembleteo de las luces: y, al fondo, el retablo del altar mayor semejaba un monumento de oro adivinado tras la pirámide de llamas formada por cirios y velas, cuyos pábilos chisporroteaban, esmaltando de puntos rojos las espirales del incienso que flotaba en la atmósfera calurosa y pesada.
Los hombres usan calzones anchos y una chaqueta ó chupa cerrada por delante, como la de los chinos: se arrollan una tela ó especie de toalla á la cabeza, cuyas puntas con flecos caen con gracia sobre la espalda.
Vivía con extremada pobreza y vestía desastradamente; un sombrerete, con dos dedos de enjundia; un gabancillo de color café con leche, que había estrenado al venir a la Universidad y que llevaba con el cuello subido, por disimular la ausencia de camisa; pantalones con flecos, y botas como las consabidas.
Yo era hermoso, y tú, con esa palidez de Santo Cristo viejo y sin barniz, das grima. Mis ojos derramaban la alegría y la felicidad y los tuyos están mortecinos y sin brillo. ¿Cómo puedo creer que el hombre mejor vestido de Madrid sea este que aquí veo dentro de esta levitita abotonada hasta el cuello, con los ojales rotos y los bordes grasientos y con flecos? Vivir así es peor que cien muertes.
D. José Caveda: Ensayo histórico sobre los diferentes géneros de arquitectura empleados en España. Tambien son muy característicos de este estilo los flecos y cortinones. Ejemplo, el mismo retablo citado, con sus cornisas interrumpidas y volutadas que denuncian á la legua la inutilidad de los esfuerzos del Hermano Matías por conservar las líneas rectas del greco-romano puro.
En el centro de un veladorcito de ébano, cubierto por un tapete de seda con flecos de colores vivísimos, había un joyero de porcelana vieja de Sevres, y en el cóncavo de su copa varias horquillas, una sortija y una estrecha cinta tejida con raso de dos tonos, rosa y blanco.
Vestía una finísima camisa adornada con encajes, según el estilo del país, enaguas de seda de color obscuro; llevaba una pañoleta de seda encarnada sobre el pecho, y se envolvía en un rebozo fino, de seda también, con larguísimos flecos morados. Llevaba, además, pendientes de oro; adornaba su cuello con una sarta de corales y calzaba zapatos de seda muy bonitos.
Diríase que era el genio protector de aquel lugar, el duende del Círculo Rojo; las notas del mantón, del pañuelo, de las flores y cintas se reunían en un vibrante acorde escarlata, a manera de sinfonía de fuego. Adelantose intrépida la muchacha levantando en alto el ramo y recogiendo, con el brazo libre, el pañolón, cuyos flecos le llovían sobre las caderas.
El sol entraba en el salón amarillo y en el gabinete de la Marquesa por los anchos balcones abiertos de par en par; estaba convidado también, así como el vientecillo indiscreto que movía los flecos de los guardamalletas de raso, los cristales prismáticos de las arañas, y las hojas de los libros y periódicos esparcidos por el centro de la sala y las consolas.
Palabra del Dia
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