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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Paco, con regular voz de barítono, cantó pedazos de Favorita y de Sonámbula y Joaquín salió por malagueñas, como él decía; en su voz había una tristeza que contrastaba con la alegría que le brillaba en los ojos, clavados en los de Obdulia, quien aquella noche se había propuesto dar el premio de sus favores, no el principal, al género flamenco. Por fortuna Joaquín se conformaba con el accèsit.

El tal administrador, holandés o flamenco que en esto no están de acuerdo los autores, se llamaba Gastón Vandenpeereboom, nombre y apellido en completo desacuerdo con sus prendas personales, como si por antífrasis los llevara. En lugar de ser Gastón tenía fama de roñoso y por no gastar en nada, no hablaba nunca sino por necesidad o provecho, a fin de no gastar saliva.

Parece cosa increíble haber pintado tanto en tan poco tiempo y en tantas ocupaciones. Hemos copiado los anteriores párrafos antes que, con propósito de que resalte la pasmosa facilidad de Rubens, para que se comprenda que Velázquez debió de verle trabajar muchas veces, a pesar de lo cual las ideas del insigne flamenco influyeron en él poco o nada.

Tanto en Avila como en Segovia, desdeñando la administración personal de la propia hacienda, entregola por entero, con las llaves de sus arcas y las funciones de maestresala, a un mayordomo flamenco, cuya probidad creía asegurar, de tiempo en tiempo, mediante alguna demostración caballeresca de confianza y uno que otro aforismo de las Partidas.

Yo le conocí este verano en una juerga en la Bombilla, porque Sindulfo es un arqueólogo flamenco. Desea que yo llame la atención de las Academias acerca de la calavera de Atahualpa, el inca infeliz que Sindulfo ha descubierto y cuya autenticidad prueba en un volumen de quinientos folios.

Pero la historia ignora siempre las mejores cosas. Del Recibo volvimos á salir al pasillo ó galería, dejando para lo último la visita al Dormitorio, y pasamos al Comedor del más comilón de los emperadores habidos y por haber....., excepto Heliogábalo. Carlos V era más flamenco que español, sobre todo en la mesa.

El mayordomo flamenco, que era, según ella, la única persona que conocía en la casa el manejo del patrimonio, y que hubiera ingeniado tal vez nuevos arbitrios, acababa de marcharse para su país, a recoger una herencia. No les quedaba sino el solar, empeñado casi por entero, y algunos escudos guardados en un cofre, que pronto se agotarían.

Parecióle a don Quijote que cualquiera cosa que replicase acerca de su seguridad sería poner en detrimento su valentía; y así, sin más altercar, subió sobre Clavileño y le tentó la clavija, que fácilmente se rodeaba; y, como no tenía estribos y le colgaban las piernas, no parecía sino figura de tapiz flamenco pintada o tejida en algún romano triunfo.

No hacía dos años aún que se había casado. ¡Qué moza, Manolo! ¡Y qué intención... y qué arte!... En ocho días no dejó un flamenco en su sano juicio. Casi hubo que echarla de allí por obra de caridad y cuestión de orden público No acabó de confesármelo ella; pero me consta que se llevó la palma de sus preferencias un potentado y hermosísimo albanés, con zaragitelles y todo.

Yo no entiendo estas palabras: «eternidad», «infinito», «vida», «muerte». Sin embargo, nos explicamos con ellas; nos explicamos sin entendernos, y esto es precisamente lo más entretenido de la vida. Y así vamos, apaciblemente, acercándonos a un fin desapacible. Todo esto me lo sugirió la lectura del místico flamenco, al cual debí, durante algunas horas, un verdadero estado de gracia.

Palabra del Dia

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