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Actualizado: 24 de noviembre de 2025
Al cabo de media hora, al volver por allí le preguntó: ¿Has tenido miedo, Martín? ¿Miedo de qué? ¡Arrayua! Así hay que ser decía Tellagorri . Hay que estar firmes, siempre firmes. La posada de Arcale estaba en la calle del castillo y hacía esquina al callejón Oquerra.
Estos brazos anunciaban una mujer en plena posesión de todos los atractivos punzantes, de todas las graciosas curvas de su sexo: eran unos brazos blancos y tersos de virgen flamenca, firmes y macizos como los de una doncella de labor; lo mismo podrían servir de modelo a un estatuario que para arreglar una cama a las mil maravillas.
Fue tan imperiosa la voz, fue tan imponente el ademán de aquel muchacho, que se apartaron todos, formando ancho cerco en torno suyo. Cayó entonces el francés sobre Plácido, el cual paró los golpes que le asestaba, sin recibir ninguno, y le ciñó con fuerza terrible en sus nervudos brazos. Pasmosa fue la lucha. Firmes se mantenían ambos. Ninguno cejaba ni caía.
Tenían las firmes virtudes del que ve su existencia asegurada, á cubierto de todo riesgo, y no necesita hacer daño á los demás para vivir... Y así continuarían plácidamente, sin violentas alegrías, pero también sin dolores, hasta que llegase su hora última...
Nuevo gesto y nueva exclamación del otro. Intervalo de algunos minutos, durante los cuales, Quilito y Jacinto miran los números que la tiza va marcando en la pizarra, en medio de la baraúnda de la rueda. Las vitalicias siguen firmes dice Quilito, creo que debemos lanzarnos. Vamos a ver al gringo Rocchio dice Jacinto.
Ha sido un medio ingenioso dije de conciliar la obediencia con el precepto de la mortificación cristiana. Sin duda, amigo mío. Así nos las devuelve la Iglesia cuando ha sido su nodriza: de una dulzura flexible en la superficie, pero firmes en el fondo... ¿Firmes?... Esto es lo que habría que ver después de todo añadió con expresión pensativa.
Firmes, muchachos y que no se mueva nadie de donde yo lo ponga, iba diciendo Simón de grupo en grupo. Mientras tengáis un buen arco en la mano no hay pirata que se acerque. Y sobre todo, no olvidéis que en cuanto se suelta una flecha ya debe estar la otra en la mano y en la cuerda. Esta ha sido siempre la regla en la Guardia Blanca.
Dimmesdale, aunque en vano, intentó desasirse de los brazos que así le estrechaban. Ester no quiso soltarle por temor de que fijase en ella una mirada severa. El mundo entero la había rechazado, y durante siete largos años había mirado con ceño á esta pobre mujer solitaria, y ella lo había sufrido todo, sin devolver siquiera al mundo una mirada de sus ojos firmes, aunque tristes.
¡Á tu salud, mon garçon! exclamó levantando su jarro y con sonrisa que descubrió dos hileras de firmes y blancos dientes ¡Por mi espada, que no has visto tú muchos hombres de armas, ó no me mirarías como si fuese yo un moro recienllegado de España! Jamás había visto un soldado de nuestras guerras, confesó Roger francamente, aunque sí oído y leído mucho sobre sus proezas.
Los sitiados, casi en fuga, se retiraban al fuerte, y ya Jorge Brito y Morsamor tenían la esperanza de tomarle por asalto cuando el propio rey de Achin llegó en defensa del fuerte con más de dos mil infantes, con algunos caballos y con seis elefantes poderosos adiestrados para la lucha, defendidos por muy firmes corazas y dirigidos por cornacas hábiles y denodados.
Palabra del Dia
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